Manuel de Diego Martín

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27 de octubre de 2007

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]H[/fusion_dropcap]oy es un día histórico para la diócesis de Albacete. Hoy en Roma, cinco sacerdotes suyos son elevados a los altares. Son los primeros que ha dado a luz nuestra joven diócesis. Recordamos sus nombres y respectivas parroquias en las que encontraron el martirio: Bartolomé de Munera, Mamerto de Molinicos, Rigoberto de Peñas de S.Pedro, Fortunato de Hellín, Miguel de Caudete.

Algunos de ellos sufrieron los más terribles tormentos, las más horrendas vejaciones que imaginarse pueda. Cuando leemos los procesos, la carne se pone de gallina pensando hasta qué límites puede llegar la maldad humana cuando un exacerbado odio se despierta contra la fe cristiana, contra la Iglesia o sus representantes. Todos murieron con gran dignidad confesando su fe y su amor a Jesús de Nazaret y perdonando a todos aquellos que los llevaron a la muerte. Estos son precisamente los avales que los mártires han aportado para su beatificación.

Esta beatificación es fruto de un largo proceso incoado hace décadas, que ha mostrado que detrás de sus muertes no había otra cosa que amor a Dios y amor a los hermanos. No va contra nadie y sí a favor de todos. Es el canto a la fidelidad, al amor, al perdón más grande, a la pasión de querer el bien de todos. Siguieron en la vida y en la muerte a Jesús de Nazaret que murió por todos y perdonando a los que no sabían lo que hacían. Jesús sí sabía que su muerte era para hacer de todos una gran familia. Nuestros mártires no murieron atrincherados en un bando o en otro. Murieron víctimas de un odio fratricida entre bandos que ellos quisieron curar. Por esa causa entregaron sus vidas.

Cuando recordamos a los grandes mártires de los primeros siglos, a Ignacio de Antioquia camino de las fieras o a Cipriano de Cartago ofreciendo su cabeza al verdugo, no hacemos ninguna revisión histórica de aquellos emperadores o procónsules que los llevaron al martirio. Recordamos simplemente su fidelidad. El testimonio de estos mártires ha hecho que a lo largo de siglos muchos, muchísimos hayan querido seguir a Jesús con la misma pasión.

Lo mismo queremos que sean nuestros mártires. Estos cinco beatos quedarán en los altares de nuestros pueblos como columnas que apoyen nuestra fe, como faros que iluminen nuestro caminar en fidelidad Por eso el día de hoy es para todos los cristianos de Albacete una gran fiesta. Es un regalo del cielo.