+ Mons. D. Ángel Fernández Collado

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2 de marzo de 2019

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Los días pasan, parece mentira, pero es así. Y pasan para todos. Ya son algo más de tres meses los que estoy con vosotros y entre vosotros. Unos cien días. Por ello, quiero acercarme a vosotros y deciros: “gracias, muchas gracias”. Gracias por vuestra acogida calurosa, por vuestras oraciones y por vuestras muestras continuas de cariño. Sois muchos los que me paráis por la calle para saludarme y presentaros. Poco a poco vuestras caras me van siendo conocidas y queridas. Os voy ubicando, aunque los nombres aún vuelan sin posarse en su lugar o persona. Necesito tiempo para conoceros y quereros más y mejor.

Llegué lleno de ilusión y de gozo, dispuesto a entregarme y a gastarme sirviéndoos a todos, fiado en el querer de Dios y la ayuda de nuestra Madre María. La Catedral preciosa, abarrotada de gente, luminosa, bella y deslumbrante con sus pinturas al óleo. La Misa y ceremonias litúrgicas también bien realizadas, solemnes, muy sencillas y comprensivas para todos. El Obispo casi en el cielo. Me sentí rodeado de amigos y de gente que me quería y me acogía en su vida y en sus corazones. Los numerosos voluntarios consiguieron que todos estuviesen atendidos y en sus lugares. El coro y sus cantos apropiados y ejecutados con profesionalidad y belleza.   

En esta breve estancia entre vosotros son muchas las cosas que he podido conocer y aprender. Muchas las visitas recibidas y realizadas, los encuentros con unos y otros. Es mucha la riqueza de realidades en la Diócesis y muchas sus actividades. Muchas las sorpresas.

Pasan los días y cada día me siento más en mi lugar y en mi tarea, me siento ya vuestro obispo, entregado a vuestro servicio en la diócesis de Albacete y al de la Iglesia de Jesucristo. Las sensaciones de los primeros días se han transformado en realidades, unas gozosas y otras me han causado mucho dolor. Quiero vivir el presente tal como es o yo lo percibo y hacerle frente como vuestro Obispo.

Soy consciente de mis muchas limitaciones, pero también de la confianza que el Señor ha puesto en mi persona y de que no me va a faltar parte de la cruz de Jesucristo y la fortaleza de su Espíritu. Estoy llamado, y desde algunas instancias me urgen repetidamente, a “revitalizar” la diócesis desde el corazón de Dios, que está lleno de amor. Para ello hay que realizar algunos ajustes, algunos cambios, a su tiempo, sin precipitarse, en buena armonía y sin que nadie sufra por ello o se sienta perjudicado. Todo para mayor bien de todos. Lo intentaré por mi parte. Dios me lo pide y mi conciencia me lo exige. Tenemos que crecer todos en comunión, responsabilidad, entrega y generosidad, pensando más en los demás, especialmente en los más necesitados, en el bien de toda la diócesis y no solo en uno mismo, en sus ideas y trayectoria pastoral. 

Un primer nombramiento, necesario a mi entender y que no existía como tal, ha sido el de Delegado Diocesano para el Clero. Le han seguido los nuevos miembros del Consejo Presbiteral y del Colegio de Consultores; en los próximos días serán nombrados los nuevos Arciprestes y el nuevo Ecónomo Diocesano; y les seguirán los que en su momento entienda que son buenos y necesarios para la vida cristiana de nuestra Iglesia de Albacete. Ayudadme a acertar y a rezar por ellos y las tareas que se les encomiendan, nada fáciles algunas.

Desde que estoy en Albacete no he dejado de rezar por todos vosotros (aunque empecé a hacerlo mucho antes, nada más conocer mi nombramiento) y, especialmente por las vocaciones y por nuestro Seminario Diocesano. Algunos jóvenes seminaristas se han quedado en el camino, otros siguen ilusionados hacia adelante, aunque ahora no son muchos, pero otros van llegando por caminos insospechados. Hemos perdido recientemente a varios sacerdotes y tenemos algunos muy enfermos y un buen número de mayores (sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas). Recemos por ellos. Necesitamos seminaristas, sacerdotes, religiosos y religiosas, muchos y santos. Así se lo pido al Señor.

Estoy gratamente sorprendido del buen funcionamiento de algunas instituciones diocesanas, de su buen hacer, buena orientación y testimonio cristiano en nuestra sociedad. Otras tienen que seguir por este buen camino y de nosotros depende que lo encuentren pronto. El bien será mucho para muchos más. 

Sois muchos los grupos, las parroquias, los movimientos apostólicos, asociaciones, cofradías y hermandades, las realidades de la vida consagrada,…etc. Mi ánimo, oración, cercanía y apoyo episcopal para todos y cada uno de vosotros. Ánimo no estáis solos, caminamos juntos, sinodalmente, en familia, como Iglesia.

Que nuestra Madre del cielo, Santa María de los Llanos, patrona de la Diócesis, nos bendiga, nos una, fortalezca y proteja, y prepare nuestros corazones para acoger y mantener en nuestras vidas la inmensidad del amor de Dios.

Con mi oración, vuestro humilde servidor.