+ Mons. D. Ángel Fernández Collado

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21 de marzo de 2020

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La solemnidad de san José es, para la Iglesia en España, la ocasión apropiada para dar a conocer, a todo el Pueblo de Dios, la importancia del Seminario Diocesano, casa y corazón de la diócesis, donde germinan las semillas de las vocaciones al sacerdocio ministerial, y para presentar la escasez actual de seminaristas, cinco, con que contamos en este curso en la diócesis de Albacete. Como decía san Juan Pablo II: “Ante la falta de vocaciones…, la pastoral vocacional exige ser acogida, sobre todo hoy, con nuevo, vigoroso y más decidido compromiso por parte de todos los miembros de la Iglesia” (PDV, n. 34d). A todos los cristianos de Albacete, nos debe apremiar la tarea de suscitar, acompañar y rezar para que el Señor nos regale un aumento notable de niños y jóvenes que aspiren a ser seminaristas y futuros sacerdotes. Porque «la mies es mucha y los obreros pocos, rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38).

El eje de la campaña vocacional de este año nos habla del futuro sacerdote y del que ya lo es como de un “pastor misionero”, expresando, sin agotarla, la identidad del sacerdocio ministerial. Los sacerdotes, en cuanto que participan del sacerdocio de Cristo Cabeza, Pastor, Esposo y Siervo (PDV, n. 15), son llamados en verdad “pastores de la Iglesia”; y, en cuanto enviados por Cristo, con los Apóstoles (Mt 28,19ss), son esencialmente “misioneros”dentro de una Iglesia toda ella misionera.

Los sacerdotes son pastores porque son discípulos. Es decir, son pastores, ante todo, porque son discípulos de Jesús, que le buscan, le siguen y permanecen con Él. Nunca deja de ser discípulo aquel que fue llamado a ser pastor. “Tú, sígueme”, les dirá Jesús (Jn 21,19). Por ello, es muy importante, para que surjan vocaciones al sacerdocio, que haya comunidades cristianas capaces de suscitar ese encuentro con Cristo que entusiasme, enamore y provoque la entrega incondicional a los demás como sacerdote. “Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones”(EN, n.107).

Cuando la elección y la llamada de Dios comienza a ser escuchada en el corazón y la mente de un joven, éste debe buscar espacios de soledad y silencio para confirmar la veracidad, o no, de esa llamada de predilección de Jesucristo hacia él, porque se trata de una decisión muy personal que otros no pueden tomar por él. Los jóvenes son sensibles a esos momentos de silencio y de encuentro personal con Cristo, vividos en comunidad, y hacen posible que se escuche la voz interior de Aquel que nos llama siempre. “Déjate amar por Dios, que te ama, así como eres, que te valora y respeta, pero que también te ofrece más y más; más de su amistad, más fervor en la oración, más hambre de su Palabra, más deseos de recibir a Cristo en la Eucaristía, más ganas de vivir su Evangelio, más fortaleza interior, más paz y alegría espiritual”(Francisco, Chistus vivit, n. 161).

El sacerdote, en cuanto colaborador del obispo, sucesor de los apóstoles, es un misionero en sentido estricto. Toda la Iglesia es misionera. La vocación a ser pastor y a ser misionero están estrechamente entrelazadas de forma que no se entiende una sin la otra. En estos tiempos de sombras, de dudas, de una sociedad que se aleja o prescinde de Dios, los cristianos, y especialmente los sacerdotes, viviendo con autenticidad y dando testimonio con su vida de su fe en Jesucristo, son más necesarios que nunca. Por ello, es absolutamente necesario que toda la Iglesia diocesana de Albacete tome como cosa nuestra esta prioridad pastoral: las vocaciones al sacerdocio.