Manuel de Diego Martín
|
9 de enero de 2016
|
117
Visitas: 117
Días antes de la Navidad leí un twit del Obispo de S. Sebastián, Mons. Munilla, que me pareció muy expresivo porque llevaba mucha miga dentro. Decía así: “Celebrar la Navidad sin Natividad es como la carcajada sin alegría”. A mí ahora, después de la fiesta de los Reyes Magos, se me ocurre plagiarle un poco y decir: “Celebrar los Reyes Magos sin Epifanía es una pantomima sin pies ni cabeza, es una tomadura de pelo”.
Ciertamente celebrar la Navidad en la que todo es cantar, bailar, beber no lleva muy lejos. Es cierto que las tradiciones navideñas traen consigo también las reuniones familiares y esto es muy bueno. Pero cuando se pierde la conciencia de que lo que celebramos es el misterio de que el Verbo eterno, el Hijo de Dios, se hace hombre para regalarnos una vida mejor, puede ser que riamos mucho, que carcajeemos hasta dejarlo de sobra, pero nada más. Para que la alegría sea plena hay que sentir la Natividad, el hecho histórico inefable del Nacimiento del Hijo de Dios.
Hoy ocurre algo mucho más grave con la fiesta de los Reyes Magos, cuando en muchas conciencias hay un propósito de vaciarlo de contenido histórico y religioso. De los Reyes Magos no queda casi nada. Aquellos hombres valientes, religiosos y buscadores de un ideal, que han llegado a comprender que un Rey salvador ha nacido, y después de muchas peripecias, guiados por una estrella, llegan a Belén y encuentran a un niño en brazos de una sencilla mujer y en Él descubren precisamente al Rey anunciado, el salvador del mundo. Los Reyes Magos son parte del relato, lo esencial y nuclear es que encuentran a ese Niño, ante quien caen de rodillas y lo adoran.
¿En qué quedan hoy muchas cabalgatas? En un desfile de reyes y reinas, de músicas estridentes, todas vacío de contenido religioso. Oí al día siguiente la crítica que hacía un gran periodista, y estoy totalmente de acuerdo. No hay derecho que se busque expresar todas las ideologías reinantes más ateas y se oculte el hecho religioso. No se puede honradamente eliminar la referencia a ese Niño Dios que los Reyes Magos buscan y encuentran.
Alguien dirá que cada uno hace con sus cosas lo que quiere, o se divierte como puede. Pero no hay derecho a instrumentalizar una tradición religiosa vaciándola de todo contenido y montar en su lugar un carnaval de invierno. Debemos estar atentos para no caer en estas trampas y denunciar aquello que sea irracional. Como nos diría el Papa Francisco, no nos dejemos robar ni la Navidad ni la Epifanía.