Manuel de Diego Martín

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18 de octubre de 2014

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El miércoles pasado se inició el Año Jubilar Teresiano, en el que celebramos el V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús.  El Señor Obispo para inaugurar el año celebró una Eucaristía en el Convento de Carmelitas de la Vereda, aquí en Albacete y otra, en el Convento de la las Carmelitas de Villarrobledo. Así pues tenemos la suerte de contar con dos Monasterios de Carmelitas, que son todo un regalo, un tesoro, una gracia para nuestra Diócesis.

A la vez que recordamos el nacimiento de Santa Teresa de Ávila, no podemos por menos que tener un recuerdo para nuestra Hna. Teresa del Niño Jesús, que se nos marchó el 3 de octubre a la casa del Padre. Esta hermana fue una de las fundadoras que vinieron desde Fuenterrabía para crear este monasterio en la Vereda de Jaén, a petición del que fuera el primer Obispo de Albacete D. Arturo, el que más tarde sería Cardenal Tabera. El nuevo Obispo tenía muy claro que si en una ciudad faltaban los contemplativos algo muy importante estaba faltando en la nueva Diócesis.

El entierro tuvo lugar el 4 de octubre fiesta de S. Francisco de Asís en la capilla del Monasterio carmelitano. Me hago eco de algunas palabras pronunciadas en la homilía del funeral: “Siendo jovencita deja Eibar para ingresar en el Carmelo de Fuenterrabía. Y desde allá con un grupo de religiosas vinieron a fundar en Albacete. Era ella una mujer muy inteligente que vibraba intensamente con toda la vida de la Iglesia, la marcha de las parroquias, a la vez que sentía dentro de si las alegrías y tristezas de nuestro mundo. Una larga enfermedad le hizo crecer en el abandono total a Jesús, siendo consciente de todo hasta el final. Si vida  fue un identificarse totalmente con Jesús. Sus últimas palabras fueron aquellas de que lo que Dios hace está bien hecho…”. ¡Qué legado de amor y santidad nos deja esta buena religiosa, hija de Santa Teresa de Jesús!

Recordando el nacimiento de Santa Teresa, no podemos tampoco olvidar las infinitas gracias que debemos dar a las que ya murieron y a las que siguen con nosotros. Estos Monasterios son para nosotros la mejor intendencia, sus oraciones, sus sacrificios, todo lo que piden al Padre por nosotros, ¡cuánto bien nos hace! Pero también hay que recordar los que ocurre en sus Locutorios. En el contacto con las hermanas, ¡cuántas lágrimas se han enjugado, cuántas esperanzas perdidas se han recuperado, cuánta gente ha encontrado en contacto con las hermanas motivos para seguir luchando en la vida desde la fidelidad al Señor! Y finalmente, ¡cuántas obras de misericordia y amor han brotado de sus muros, pobres que han encontrado ayuda, parroquias necesitadas, ayudas al Seminario, a las Misiones, a tantas causas en favor del hombre!

Por eso, esta mañana, cuando estamos iniciando el Centenario, no me sale del alma otra palabra que decir gracias, madre Teresa, por el legado espiritual y humano que nos has dejado y también por tanta gracias que aquí se nos comunica a través de tus Hijas, en nuestra Diócesis de Albacete.