+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
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11 de febrero de 2017
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Queridos diocesanos:
Hoy, gracias a los sofisticados medios de comunicación, podemos conocer al instante lo que pasa en cada rincón del planeta, pero no fue siempre así. Tuvo que ser la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) la que, a mediados del siglo pasado, diera la voz de alarma ante el gravísimo problema del hambre en el mundo. Muy poco después, las mujeres de la Acción Católica realizaron la primera campaña en nuestro país. Hoy Manos Unidas moviliza cerca de 20.000 voluntarios y está presente en unos cien países, promoviendo de manera eficaz el desarrollo económico y social de las personas más pobres, sin hacer discriminaciones por razón de sexo, raza, cultura o religión.
Desde estas líneas rendimos un homenaje de gratitud a tantas personas, mujeres y hombres, que, en nuestra Iglesia de Albacete, como en cada una de las Iglesias de España, han entregado y siguen entregando corazón y tiempo a Manos Unidas. Gracias a su empeño y al eco encontrado en las comunidades cristianas y en la sociedad en general, se han podido financiar miles de proyectos encaminados a promover el desarrollo de la agricultura, la enseñanza de la población infantil y adulta, la dignificación de la situación de la mujer y su preparación para la vida familiar y profesional, la mejora de la salud y la prevención de enfermedades, la animación y el estímulo de las comunidades nativas a fin de lograr una vida mejor.
Se ha luchado mucho en esta pacífica guerra contra el hambre; han sido muchos y admirables los logros conseguidos, pero, como nos vuelve a recordar una vez más Manos Unidas, en este año 2017, todavía hoy existen 800 millones de personas que siguen pasando hambre en el mundo.
Las situaciones de pobreza severa, presente en tantos lugares, tienen mucho que ver con los mecanismos de producción, de mercado y de consumo imperantes en esta sociedad globalizada. Cuando la lógica del lucro se impone sobre la del bien común, se genera marginación, corrupción, violencia; se olvida el cuidado y la sostenibilidad de la misma naturaleza. Por eso, ha sido y sigue siendo empeño de Manos Unidas la denuncia de tales mecanismos y la sensibilización de la sociedad, instándonos a unir muchas manos a fin de promover la globalización de la solidaridad frente a una globalización que es, tantas veces, excluyente. Porque la globalización nos ha hecho más cercanos, pero no más humanos ni más hermanos.
Por eso, cada campaña de Manos Unidas, además de recabar fondos para hacer posible los proyectos que lleva adelante, sacude nuestras conciencias, nos ayuda a ver el mundo de la pobreza con los ojos del corazón y nos invita a vivir de otra manera para que otros puedan sencillamente vivir.
El cartel de la campaña golpea, un año más, nuestras conciencias con afirmaciones que escuecen en el alma: “Mientras 800 millones de personas siguen pasando hambre en el mundo. 1/3 de nuestros alimentos acaba en la basura. El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida”.El problema, pues, no es la falta de alimentos, de dinero o de medios técnicos para acabar con el hambre. Decía hace unos años el Director de la FAO que, en este momento, la producción agrícola podría alimentar sin problema al doble de la población mundial actual. Es, pues, problema ético, de conciencia social y de bien común. Es un problema evitable y que, por eso, nos hace a todos de alguna manera culpables.
El contexto en que vivimos en los países desarrollados “nos empuja a centrarnos en la realización emocional individual; aniquila las utopías de transformación social y la disposición a los compromisos permanentes”, nos dicen los analistas sociales. Por otra parte, la sucesión de noticias que ingerimos, día tras día, anestesia nuestra capacidad de discernimiento y respuesta. El papa Francisco habla de la “globalización de la indiferencia”. Manos Unidas lo sabe. Y sabe, como he dicho en alguna otra ocasión, que reconocer afectiva y efectivamente al otro como hermano exige un cambio del propio corazón, que sólo es posible cuando el amor se recibe como un regalo de Aquel que es Amor. Acogiendo el amor como don, podemos hacernos don de amor para los demás. Por eso, Manos Unidas, al promover cada año la campaña, no se olvida de invitarnos a la oración y al ayuno.
Invito a los sacerdotes, catequistas, profesores de religión e instituciones diocesanas en general a poner el mejor empeño en la campaña de Manos Unidas. La colecta que se realizara hoy, 12 de febrero, en todos los templos de la diócesis se entregará a la delegación diocesana de Manos Unidas.
Secundando la llamada de las voluntarias y voluntarios de Manos Unidas, cuya generosidad y empeño agradecemos, unamos nuestras manos y nuestros corazones en esta Campaña de 2017.