+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
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13 de febrero de 2016
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]Q[/fusion_dropcap]ueridos diocesanos:
Manos Unidas, la organización de la Iglesia católica para la promoción y el desarrollo de las personas más necesitadas, sacude, un año más, nuestra conciencia ante la realidad del hambre, que sigue afectando, todavía en el siglo XXI, a cientos de millones de personas.
A través de Manos Unidas, nuestra Iglesia sigue manifestándose como madre y maestra de humanidad, cercana y comprometida con los más pobres de la tierra. La lucha contra el hambre, contra la alimentación deficiente sobre todo de la infancia, contra la enfermedad y sus causas, contra la falta de formación y de instrucción en los países en vías de desarrollo constituye la pasión y la opción de Manos Unidas. Su visión del mundo y de la marginación, fundamentada en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, da a su tarea una perspectiva y una confianza original: la dignidad de cada persona y su capacidad de llegar a ser responsable por sí misma de mejorar material y espiritualmente, de ir creciendo, hasta alcanzar una vida realmente digna.
Manos Unidas sabe del destino universal de los bienes de la tierra, y no sólo para unos pocos; y que hay un Bien Común que exige que los derechos humanos sean garantizados para todos, por encima de cualquier interés particular. Por eso, no cesa de denunciar la injusticia y de invitarnos a ser ejemplares en los gastos y en el consumo, de manera que la austeridad nos permita compartir generosamente con los necesitados. Sabéis bien que el dinero que se entrega, salvo una pequeña partida, imprescindible para la gestión y sensibilización, va directamente a los proyectos de desarrollo.
El verano pasado, visitando en Zimbabwe a nuestro hermano, Mons. Ángel Floro, con motivo de sus bodas de oro sacerdotales, nos mostraba éste las diecisiete escuelas promovidas por la diócesis de Gokwe, de la que es obispo; cada escuela contaba con más de mil alumnos, repartidos en los diversos niveles, y con un alto prestigio en el país por sus instalaciones, funcionamiento y calidad de la enseñanza. ¡Qué gozo oír a profesores y alumnos expresar su agradecimiento a Manos Unidas! Todos los niños, hasta los más pequeños, sabían decir “Manos Unidas”.
Frente a la cultura del descarte, que tantas veces ha denunciado el Papa Francisco, Manos Unidas empieza en este año 2016 un trienio en que quiere seguir empeñada a fondo en su lucha contra el hambre, retomando su misión fundacional: hambre de pan, hambre de cultura, hambre de Dios. Las palabras del manifiesto fundacional vuelven a resonar frescas e interpelantes, después de más de medio siglo: “Un solo obstáculo en la lucha contra el hambre sería insuperable: creer la victoria imposible. Ahora bien, todos unidos y en conexión con todos aquellos que se dedican a la misma tarea, podemos mucho más de lo que creemos. No se necesita más para acometer la empresa. Declaramos la guerra al hambre”. La encíclica Laudato si´, que nos habla del cuidado de la casa común y de sus habitantes, la bula de promulgación del Año de la Misericordia, Misericodiae vultus, y la instrucción pastoral de los obispos españoles, La Iglesia, servidora de los pobres, han contribuido a reavivar el empeño inicial y a abrir las puertas de la esperanza.
El lema de la Campaña de este año, que hace ya el número 57, es tan sugerente como estimulante: “Plántale cara al hambre: Siembra”. “La siembra representa, nos dice Manos Unidas, el inicio del proceso de alimentación. Se trata de una actividad fundamental en la vida de nuestros socios locales, muchos de ellos pequeños productores y familias cuyo único modo de subsistencia es el cultivo de pequeños huertos… Pero además, desde nuestra óptica cristiana, nos trae la imagen del Sembrador, del Padre que reparte sus dones abundantemente y que nos confía la tarea de custodiar el campo y de repartir sus frutos para que todos tengan vida”.
Como todos los años, Manos Unidas nos invitaba a preparar el lanzamiento de Campaña con una jornada de ayuno y oración, el día 12 de febrero. Y hoy, en todos los templos de la Diócesis, y en todas las Misas, se hará la colecta contra el hambre, que se entregará íntegramente a la Delegación Diocesana de Manos Unidas.
Manos Unidas nos invita a sumarnos a esa siembra de corazones compasivos, capaces de abrirse a las necesidades de los más pobres y alejados; corazones que impulsen acciones concretas para acabar con el hambre. Hay que unir muchas manos, como las vio el obispo poeta y profeta P. Casaldáliga: Manos unidas, tensas en la pasión por la Justicia, / tiernas en el Amor. / Manos que dan lo que reciben, / en la gratitud multiplicada, / siempre más manos, / siempre más unidas/. ¡Fraternas manos de tus propias Manos!
Con todo afecto en el Señor.