Manuel de Diego Martín

|

4 de enero de 2014

|

194

Visitas: 194

El hombre, por ser como dice Aristóteles, un “animal racional” es el único viviente capaz de usar el lenguaje. Este tiene como objetivo traducir las ideas, los conceptos universales, que sirven para siempre y para todos, en imágenes sensibles. Las palabras son verdaderas si de verdad responden a lo que representan.

Pero muchas veces usamos un lenguaje que ya no sabemos qué significa, pues cada quien con estos signos entiende lo que quiere. Pongamos el ejemplo de la crispación que está surgiendo con motivo de la nueva ley del aborto. Se usan palabras como “derecho a decidir”, “libertad y autonomía de la mujer” “interrupción voluntaria del embarazo”, o se afirma que las leyes deben responder a los grandes “consensos”. Total, ya no sabemos qué significa nada. Si de lo que se trata de es liquidar una vida, ya en las tablas del Antiguo Testamento está dicho con mucha claridad con el “no matarás”. Esto se entiende mejor.

En este buen uso del lenguaje, el Papa Francisco en el día de la Sagrada. Familia nos dio una lección magistral. Nos invitaba a usar siempre tres palabras que responden a tres actitudes humanas que ayudan mucho a la convivencia de la familia, y podemos añadir, y a la sociedad.

En primer lugar el Papa hablaba de pedir las cosas siempre “por favor”, él desde su lengua suramericana hablaba de “permiso”. No podemos ir por la vida con exigencias, como a quien todo le deben y él no debe nada. Decía también que siempre hay que tener a flor de labios la palabra “gracias”. El ser agradecidos, como decía el Quijote, es de bien nacidos, pero además es que hace la convivencia más agradable. En tercer lugar, la palabra “perdón”. Si como dice el evangelio, el justo peca siete veces, cuántas no pecaremos nosotros. Estas sí que son palabras que traen fraternidad.

Ampliando a otros campos de la convivencia humana, intentemos usar bien todos el lenguaje y haremos más fácil el diálogo. De otra manera estaremos en un mundo de sordos, donde todo el mundo habla, pero nadie entiende nada. El buen uso de las palabras hace más fácil la convivencia entre todos.