Manuel de Diego Martín

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3 de mayo de 2008

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Un filósofo del siglo XIX, llamado Feuerbach, materialista y ateo hasta la médula, acuñó aquella famosa frase: “El hombre es lo que come”. Pudiéramos decir más bien, que el hombre es aquello que oye, que ve y que lee. El hombre se va convirtiendo en aquello que va absorbiendo en la bolsa amniótica en la que se ve envuelto por los medios de comunicación.

Hoy celebramos la Jornada mundial de los medios de comunicación social. Esta es una jornada que celebra la Iglesia católica cada año desde que el Concilio Vaticano II nos hizo ver la responsabilidad que tienen los medios para ir conformar el corazón del hombre y la responsabilidad que la misma Iglesia tiene para usar de ellos en la nueva evangelización. Todos somos conscientes de que los medios sirven para engrandecer al hombre, pero también pueden hundirlo en la indignidad más espantosa. Depende del buen o mal uso que se haga de ellos.

El lema de este año es “buscar la verdad para compartirla”. El papa en su mensaje para este día nos hace comprender cómo la vertiginosa evolución tecnológica está ayudando al hombre a que pueda conocer los hechos que se dan en el ancho mundo y a difundir el saber. Nos hace ver cómo están contribuyendo a la alfabetización y a la socialización de las gentes, así cómo al desarrollo de la democracia y al diálogo entre los pueblos.

Pero junto a esta amable y buena cara de los medios, hace notar el Papa la cruz de los mismos. ¡Y qué cruz! Estos pueden esclavizar al hombre cuando lo someten a lógicas dictadas por los intereses dominantes del momento. Pueden esclavizar cuando son usados para fomentar el consumismo mediante una publicidad obsesiva. Deshumanizan cuando legitiman o quieren imponer modelos distorsionados del ser humano. O caen en la trampa de la más obscena vulgaridad o se hacen altavoz de las más crueles violencias. Se deshumanizan los medios cuando caen de rodillas a la idolatría del dios “audiencia”, sin reparar a qué precio.

¡Qué responsabilidad tenemos los cristianos que como comunicadores debemos ser altavoz de la buena noticia del evangelio y ofrecer a todos, como decía S. Pablo, lo que es bueno, honorable, justo, lo que dignifica…! Y también ¡qué responsabilidad tenemos cuando nos arrumbamos en el sofá para beber todas las aguas sucias que quieran echarnos! Uno comprende muy bien la preocupación por no tomar alimentos caducados, o que los venenos o las medicinas no estén al alcance de los pequeños, por el mal que pueden producirles. Y luego los mismos papás, tan preocupados por esto, para desentenderse un poco de los pequeños, les abren la tele, o el Internet y que se entretengan… No recuerdan aquello que decía Jesús que hay que tener más miedo a los venenos que matan el alma que a los que matan el cuerpo.

Los medios tienen que servir a la verdad. El hombre tiene sed de la verdad. Por tanto habrá que buscar en primer lugar cual sea la verdad sobre el hombre. Y tendiendo en cuenta que lo que significa ser hombre, servir a esa verdad. Hay que servir también a la verdad de los hechos, de los hechos objetivos, no instalarse en la mentira, o en realidades inventadas al dictado de sucios intereses. Así pues esta es una jornada muy bonita para reflexionar sobre nuestro ser de hombres y buscar aquellos medios que nos hagan crecer en dignidad y en libertad.