José Lozano Requena

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30 de septiembre de 2023

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Desde hace varios domingos, vamos leyendo en el evangelio de Mateo parábolas que Jesús utilizaba para hablar a la gente del Reino de Dios, un reino para este mundo, que encierra una buena noticia de parte de Dios, que es su amor desmedido por las personas, especialmente por las que más sufren.

El evangelio de este domingo nos trae una parábola, como todas, fácil de entender. Un padre con dos hijos. Manda al primero a trabajar y éste le dice que no, pero después se arrepiente y acude a la viña. El segundo, en principio dice que sí va a trabajar, pero luego se lo piensa y no acude al encargo. Jesús pregunta cuál de ellos ha cumplido con el padre y le responden, obviamente, que el primero.

Seguro que en nuestra vida hemos tenido alguna experiencia de este no pero sí, o, al contrario. En propia carne o en ajena. A veces nos negamos, en principio, a hacer algo y luego lo reconsideramos, vemos que somos necesarios, o que no podemos dejar tirado a quien nos pide ayuda y acabamos por acudir. También nos ocurre lo contrario: ponemos buena cara a la invitación y luego nos buscamos excusas para no hacer lo acordado.

Jesús, que ha dirigido esta parábola a los dirigentes del pueblo judío, les lanza unas palabras durísimas: “los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios.”

El evangelio, que todos sabemos que significa “buena noticia” o es eso, buena noticia, o no es más que un compendio de piadosos relatos moralizantes. A aquellos dirigentes de Israel, el anuncio de Jesús, y antes el de Juan el Bautista, no les decían nada. No se sentían llamados a la conversión y, mucho menos, necesitados de una palabra de misericordia y de perdón por parte de Dios. Su mundo, su vida, estaban completos con el cumplimiento de la Ley, el mantenimiento de una vida piadosa, la oración frecuente, el pago de diezmos, las ofrendas, los sacrificios…; en esta especie de rutina religiosa no había cabida ni necesidad de conversión, apertura a la novedad de los cambios y la desinstalación que Jesús propone: confiar en la misericordia de Dios y no en el cúmulo de méritos que proporcionan una vida ordenada y piadosa.

Las prostitutas y los publicanos no son ningún modelo de vida a imitar, Jesús no lo propone así, pero los evangelios nos dejan el testimonio de María Magdalena, de la prostituta que enjuga con sus cabellos las lágrimas que ha derramado en los pies del Señor; nos hablan también de Mateo, recaudador de impuestos, discípulo de Jesús, de Zaqueo, jefe de recaudadores… Para estos pecadores públicos sí hubo una buena noticia y un reino de Dios que se iba haciendo presente en sus vidas, porque tenían hambre de ser acogidos y aceptados en su marginal existencia. 

Hoy, nosotros, los que escuchamos el evangelio en 2023, deberíamos preguntarnos qué respuesta estamos dando a ese Padre que nos invita todos los días, todas las horas, en todo momento, si estamos dispuestos a ir a la viña. Probablemente, la mayoría pertenecemos al grupo del hijo segundo, somos de los que decimos “sí”. La cuestión es si luego nos arremangamos para coger la azada y sudar en la viña o, por el contrario, nos entretenemos en aparentes quehaceres “al servicio de Dios” que pretenden justificarnos ante el Padre. 

Cuando Jesús se lanza a anunciar el reino de Dios, lo hace con la convicción y la alegría de ser portador del mensaje de un Dios enamorado del hombre hasta la locura de entregarnos a su Hijo. Los pobres, los sencillos, los enfermos, los marginados, los publicanos y las prostitutas, de manos vacías, se llenaron de alegría. 

El evangelio de hoy, ¿es motivo de alegría para nosotros, o no? Pensemos en ello.

 

José Lozano Requena
Diacono Permanente de Caudete