+ Mons. D. Ángel Fernández Collado

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14 de enero de 2021

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]C[/fusion_dropcap]elebración del Centenario de su nacimiento – Acción Católica General

Hoy, con esta Eucaristía que estamos celebrando, tenemos la oportunidad de acercamos a la ejemplaridad singular de un ser humano realmente agraciado en el Espíritu, como fue el Beato Manuel Lozano Garrido “Lolo”. Se acaban de cumplir, el 9 de agosto y el 5 de septiembre de 2020, cien años del nacimiento y bautismo del Beato Lolo, cristiano militante de Acción Católica. Nosotros, en Albacete, lo celebramos con esta Eucaristía. Diversas circunstancias que todos conocemos y sufrimos han retrasado su celebración.

Lolo nació en Linares (Jaén), el 9 de agosto de 1920. Era el más pequeño de siete hermanos. El 5 de septiembre de 1920 recibía el Bautismo. El 14 de junio de 1931 ingresa en Acción Católica, en la que recibió su formación apostólica y en la que militó como miembro dinámico y comprometido desde su adolescencia hasta su muerte.

El 25 de marzo de 1937, por repartir clandestinamente la comunión por diversas casas, fue encarcelado. Pasó el día de Jueves Santo en la cárcel donde recibió de parte de su hermana Lucy un ramo de flores entre las cuales había metido una forma consagrada, el Santísimo Sacramento. Lolo pasó la noche adorándolo.

En 1939, al terminar la Guerra Civil, Lolo acaba sus estudios de bachillerato y empieza a trabajar en una tienda de tejidos. En 1942, volvió a ser movilizado por el ejército. Destinado en Madrid, tuvo que ser licenciado definitivamente por enfermedad porque una parálisis progresiva y dolorosa había hecho presa en él con muchos dolores en sus miembros inferiores.

La enfermedad y la invalidez total cambian su vida. Desde su silla de ruedas se convierte en un escritor y periodista fecundo: 9 libros y cientos de artículos de prensa, que son para él el cauce de su afán evangelizador. Su casa se convierte en centro de orientación, de alegría y de vocación para muchísimos jóvenes. En octubre de 1964, Lolo experimenta que, a su invalidez, Dios sumaba ahora la ceguera. Con todo, Lolo siguió reflexionando, rezando y evangelizando. Comenzó a grabar en un magnetofón todas sus reflexiones, que luego, transcritas, pasaban a ser un texto escrito para su publicación.

El 3 de noviembre de 1971 fallecía en su casa de Linares, rezando el Padrenuestro junto a un sacerdote.

Iniciado el Proceso de su Canonización en Linares, su pueblo natal y, después de ser aceptada como milagrosa la curación de un enfermo por su intercesión, el Lolo sería Beatificado el 12 de junio de 2010, en Linares, su tierra natal.

 “Lolo” fue un niño y un joven cristiano, vivió con intensidad y hondura su vocación bautismal, la cultivó en la compañía ejemplar de su familia, en la que todos vivían en la fe hasta el dolor y la muerte. Su iniciación cristiana fue tan sólida que enseguida, guiado por la Iglesia, con unos pastores santos y apostólicos y con la ejemplaridad de los suyos, de sus profesores y de sus compañeros de juegos, rezos e ilusiones, encontró su camino de compromiso cristiano, especialmente, en su vinculación a la Acción Católica, que abría horizontes misioneros para niños, jóvenes y adultos militantes. En ella, y con todos los que compartía formación, compromiso y acción, se irá forjando un laico cristiano que vive su fe en medio de las condiciones del mundo, que para él nunca fueron fáciles ni cómodas.

Siempre vivió su fe en comunión y, con otros adolescentes y jóvenes, creció en santidad, sin huir de las luchas de la vida, en las que siempre estuvo con audacia y sin temor, aunque en todo lo que tuviera que hacer y padecer encontrara un toque martirial. Su fortaleza espiritual le hizo acompañante y líder para otros jóvenes cristianos. Su tono vital, de honda profundidad humana y espiritual, atraía, fundamentalmente, a muchos jóvenes, que lo buscaban porque sabían que la amistad de “Lolo” reconfortaba y, sobre todo, llenaba de Dios. Fue un verdadero modelo en el acompañamiento espiritual.

Un joven forjado en unos tiempos difíciles y en unas circunstancias nada cómodas, encontró en la escritura un cauce de expresión y comunicación de lo que vivía y sentía y de lo que podía ofrecer a los demás. En más de 300 artículos y nueve libros, en los que se irradia en belleza el amor de Dios y la alegría del Evangelio, es un verdadero modelo de escritor y periodista cristiano. Por eso, hoy lo ve así hasta el Papa Francisco y lo recomienda como “un buen ejemplo a seguir” en este campo profesional tan importante en la sociedad moderna. “Lolo” es modelo, sobre todo, porque escribe “para amar” y de “rodillas”. Para “Lolo” “el periodista es como la fuente del pueblo, que brota y apaga la sed día y noche, dando a todos frescura, optimismo, amor, esperanza y siempre una sonrisa” (Card. Angelo Amato, Homilía Beatificación). De la pluma del escritor Manuel Lozano siempre salían palabras de vida, de verdad, de justicia, de paz, de mansedumbre. 

Todo transcurre en su existencia con la naturalidad del que acepta, en todo, la voluntad de Dios, que, en su no muy larga vida, se le va haciendo el encontradizo, porque “Lolo”, en su preciosa libertad, atravesada por un profundo amor, vivía de la fe. “Lolo” se sentía amado por el Señor, aún en las condiciones humanas más adversas. Con todo vivía siempre confiando en el Señor. Cuando llegaron a su vida unas condiciones extraordinariamente adversas, por una enfermedad degenerativa, y cuando su cuerpo era un dolor viviente, pues, como él mismo dice, “tenía una aguja en cada célula de su cuerpo”, su vida, físicamente dolorida, siempre estuvo marcada por la Pascua del Señor, siempre fue para él un don. La deformación física nunca pudo con su agilidad espiritual y cuando le preguntaban si la enfermedad le pesaba mucho, el respondía algo tan santo, tan humano y tan divino, al tiempo que tan bello, como esto: “Pesa, pero tiene alas”. Todo, hasta la ceguera total, lo puedo soportar como un verdadero sacramento del dolor.

 

Solía decir que “Dios estaba sentado al borde de su cama y compartía su pena”. Esta es la mística del dolor de un joven santo, un joven que vivió una profunda espiritualidad cristiana, que se enriquecía en las condiciones vitales de cada uno de sus tiempos de desarrollo y crecimiento y en cada una de sus circunstancias: fue un niño piadoso, muy cercano a Dios; un joven santo y militante cristiano; fue un estudiante ejemplar; un trabajador responsable; fue un escritor y periodista que tenía clavado en su frente el lucero de la verdad; y fue un enfermo que aceptaba sus dolores con la alegría que manaba del corazón de Cristo. En todas esas condiciones, su santidad, tuvo unos matices especialmente singulares.

Además, la espiritualidad de “Lolo” era eucarística. La Eucaristía era para “Lolo” el secreto de su fortaleza interior: le transmitía la energía necesaria para realizar su obra. Sentía su vida protegida por Jesús Sacramentado. En la enfermedad siempre pudo mantener un diálogo vivo con el Señor, pues pudo gozar de un altar en su habitación para la celebración de la Eucaristía. Allí tenía el alimento de la presencia real de Dios, y es de allí de donde salía, también, su más profunda fecundidad como escritor. Su enfermedad y sus escritos fueron los dos servicios que ofreció en los últimos días de su vida.

Manuel Lozano Garrido, “Lolo”, fue un cristiano que supo encontrar en la cruz la gracia para vivir una existencia plena y, aferrado a la esperanza, trazó páginas cargadas de fe. Fue periodista, escritor y poeta. Pero “Lolo” también fue adorador eucarístico, enfermo, apóstol, acompañante, peregrino, fiel devoto de la Santísima Virgen, amigo y hermano para multitud de personas. La Eucaristía lo alimentaba. En medio del dolor, primero inválido y después ciego, escribió más de trescientos artículos periodísticos y nueve libros en los que supo irradiar el amor a Dios y ganar corazones para Cristo con su alegría serena y su fe inquebrantable. 

Que él nos ayude a todos a alcanzar la santidad y, con el auxilio maternal de María, a ser cristianos militantes y apóstoles en la vida diaria y en las circunstancias ordinarias de cada uno.