Manuel de Diego Martín
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12 de abril de 2008
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En estos días de Pascua estamos recordando en la Liturgia aquellas primeras comunidades cristianas que nacieron del hecho de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret que vivían la gran utopía de compartir sus bienes para que nadie pasara necesidad. Llegaron a una manera de sentir y pensar de tal forma que nadie hablaba en términos de esto es “mío” esto es “tuyo”.
Movidos por este espíritu de amor y solidaridad hacia los más desfavorecidos, los cristianos hemos intentado permanecer siempre fieles a este espíritu. Otra cosa es que lo consigamos. Montón de instituciones eclesiales tienen precisamente esta misión de ayudar a los desvalidos. Hace unos meses Cáritas Internacional, Cáritas Española, y Cáritas de Albacete, nos movilizamos hasta en la última parroquia para pedir ayuda a favor del Perú a raíz del terremoto que tanto mal hizo a aquella sufrida población. Y animábamos a la gente a que fuera generosa, porque este pueblo necesitará mucho y tardará mucho en recuperarse…
Ayer en un periódico leo esta noticia: “Boda de ensueño y de lujo” ¿Dónde? Precisamente en Lima, en el corazón del Perú. El tenor Juan Diego y la ex modelo Julia se han dado el “si quiero” ante 800 invitados en una boda que rompe esquemas. El traje que la novia lucía había costado 20.000 dólares. El maquillaje y peinado 10.000 dólares. Y todo en la misma línea de escándalo.
Si el principio que debe regir nuestras relaciones sociales es que con su dinero cada quien hace lo que le venga en gana, se pueden aceptar estos disparates y todos los demás. Pero este no es un principio cristiano. Las primeras comunidades cristianas nos enseñan otra cosa que está más de acuerdo con el evangelio. El principio antes dicho responde a una sociedad, en la que el materialismo y el individualismo revisten tonos de gran crueldad. Nunca debemos derrochar nada, pero hacer estos derroches a las narices de gentes que están sufriendo extrema pobreza es de un cinismo y una crueldad que no tienen nombre.
Pero no sé por qué a los famosos se les permite todo esto. Además miramos los programas de sociedad, que nos hablan de estas macabras maravillas, con cierta complacencia. Si además esos famosos que perpetran esos despilfarros, luego montan una gala benéfica, ¡qué buena gente son! Sería mejor gente si no derrochasen. Porque actuar así no es de cristianos, aunque hagan la boda en un templo católico. No es, pues, ni cristiano ni humano.