Manuel de Diego Martín
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30 de mayo de 2009
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Decimos que hay interferencias cuando escuchamos con normalidad una emisora y de pronto se mete otra distorsionando a la primera. Por eso hay una regulación de ondas y quien se sale de la suya se lo considera un pirata.
El otro día el Jefe de gobierno para defender a su ministra Bibiana de la posible normativa de que las menores puedan abortar o tomar la píldora del día después sin el conocimiento y consentimiento de sus padres, dice que lo hacen para no interferir en las decisiones personales de cada quien. Es decir, que cada quien pueda hacer lo que le venga en gana, pues estamos en una apuesta por ampliar derechos y libertades hasta el imposible.
Pero los buenos padres que se enteren un día después de que a su hija menor la han llevado a abortar, o le han dado la píldora que tantos riesgos conlleva ni siquiera con el aval de un médico, ¿no van a pensar llenos de indignación que un montón de malvados han interferido en estos tan desgraciados hechos?
En estos casos ¿quién se sale de su onda, quién interfiere en quién? ¿El jefe de gobierno con sus posibles e irresponsables leyes, o los padres de esas criaturas que quieren para sus hijas otra cosa? Decía Calderón de la Barca en aquellos inmortales versos: “al rey la hacienda y la vida se han de dar, pero el honor, es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios” Si los valores del alma, el valor de la defensa de la vida son de Dios ¿cómo meterse ahí los hombres?
Si los socialistas dicen que no creen en Dios, mejor dicho para ellos no existe otro Dios que el Dios-Estado, y ellos son la personificación de lo que deben ser los derechos y libertades de los ciudadanos para conseguir una humanidad nueva, pues apaguemos la radio y que nadie, ni siquiera los padres digan nada sobre lo que quieren para sus hijos, pues esto es interferir y lo que queremos son frecuencias limpias para que puedan hablar libremente los profetas de la progresía del futuro.
Pero no, hay que interferir, no se puede perder el honor y la dignidad. Hay que interferir como lo hizo ayer el Autobús “Pro Vida” en el Paseo de la Feria de nuestra ciudad. Hay que interferir como lo hacen cada 25 de mes un grupo de ciudadanos cada vez más numerosos en la Plaza del Altozano para gritar un no al aborto y un si a la vida. ¡Benditas interferencias!