Antonio Abellán Navarro
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3 de febrero de 2007
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Quizá con deseos de dar apariencia de normalidad a las cosas, el cardenal arzobispo de Tarragona, Francisco Vidal y Barraquer (1868-1943), que se hallaba refugiado en Italia, fue invitado por el Gobierno republicano en 1938 para que regresara a su diócesis. Pero el prelado se excusó con estas palabras: «¿Cómo puedo yo dignamente aceptar tal invitación, cuando en las cárceles continúan sacerdotes y religiosos muy celosos y también seglares detenidos y condenados, como me informan, por haber practicado actos de su ministerio, o de caridad y beneficencia, sin haberse entrometido en lo más mínimo en partidos políticos, de conformidad a las normas que les habían dado?».
Y añadía: «Los fieles todos, y en particular los sacerdotes y religiosos, saben perfectamente los asesinatos de que fueron víctimas muchos de sus hermanos, los incendios y profanaciones de templos y cosas sagradas, la incautación por el Estado de todos los bienes eclesiásticos y no les consta que hasta el presente la Iglesia haya recibido de parte del Gobierno reparación alguna, ni siquiera una excusa o protesta».
BEATO EDUARDO BAUTISTA JIMÉNEZ
Eduardo nació en la Gineta, el día 5 de enero de 1885, en una familia de raíces cristianas. Sus padres, Bernabé y Josefa, eran trabajadores del campo. Fue uno de los fundadores de la Adoración Nocturna en su pueblo. Llevaba una vida de oración, compartida entre la Iglesia y las tareas del campo, siendo muy estimado en el pueblo. Con 47 años, entró en la Orden de Frailes Menores, los Franciscanos, en el convento de Murcia, como hermano lego. Pero, más tarde, con dispensa de sus votos, entró en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. La razón la da el mismo: mi espíritu me lleva a servir en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios a los pobres enfermos, que tanto lo necesitan. Fue admitido como postulante en Cienpozuelos el 14 de septiembre de 1935, vistiendo el hábito de hermano de San Juan de Dios, el 7 de diciembre, siendo siempre un fiel cumplidor de las constituciones y prolijo en el servicio a los enfermos.
Cuando se inicia la guerra es detenido y conducido a la cárcel de San Antón, sufriendo por cuatro meses insultos y malos tratos. El 28 de noviembre de 1936, hacia las 7 de la mañana, con las manos atadas atrás, lo sacaron de la cárcel y lo condujeron a Paracuellos del Jarama donde encontró la muerte junto a otros hermanos de su Orden. Fue beatificado por Juan Pablo II en San Pedro del Vaticano el 25 de octubre de 1992. En Albacete se celebra su fiesta el día 28 de noviembre.