Manuel de Diego Martín
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28 de agosto de 2010
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Estos días está siendo noticia el proyecto que tiene Sarkozy de devolver a sus tierras a cuantos más gitanos pueda de Rumanía y Bulgaria.
La operación del presidente galo está siendo muy criticada sobre todo por instituciones cristianas que piensan cómo debe ser la acogida y el respeto fraterno hacia todos nuestros inmigrantes. Pienso que si esta repatriación se hiciera en el diálogo, en el respeto a sus derechos y en la libertad, dadas las circunstancias sociales en que esta dichosa crisis nos ha metido, no sería tan grave.
Cuando veo a ese montón de jóvenes del África negra, tan buenos chicos, malviviendo, sin esperanza a corto plazo de encontrar trabajo, que algunos tienen su mujer e hijos en su lejana tierra, me pregunto. ¿No sería una obra de amor darles a todos ellos la posibilidad de volver a cultivar sus campos y comerse el to en su casa de barro a la sombra de los mangos?
El otro día llegó hasta mi parroquia un gitano búlgaro de 36 años. Tiene un niño en Bulgaria con sus suegros y está separado de su mujer que también vive por tierras españolas. Como tanta gente, malvive, trabaja un día y veinte no. Unos bandidos, me dice, por cierto, españoles, le atracan y le quitan todo lo que tiene. Estaba en Valladolid, como una reacción desesperada tiene deseos de acabar con su vida. Desde un puente alto se tira creyendo que se va a estrellar en roca. Resulta que el Pisuerga es muy profundo. Nadando llega a la orilla, se agarra a unas ramas y puede salir a tierra. Policía, ambulancia, cuidados médicos. Ahora a buscarse de nuevo la vida.
Con la esperanza de que en Albacete tiene un amigo rumano llega hasta aquí. Pero éste ya se fue. Su objetivo es llegar al consulado de Valencia para hacerse con papeles. Al decirme que tiene un amigo que Requena, le pago el billete hasta este pueblo pensando que desde allí, aunque sea andando, llegará a Valencia. El muchacho queda muy agradecido de mi porque le he escuchado en su desesperación. Yo me quedo con la sensación de no haber arreglado nada, más que contribuir a que este muchacho vaya de acá para allá dando tumbos. ¿No hubiera sido mejor de haber tenido el coraje de pagarle el billete hasta Bulgaria?