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14 de agosto de 2010

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MARÍA, MODELO DE ALEGRÍA, SERVICIO Y FELICIDAD

En medio del verano celebramos una espléndida fiesta en honor de la Santísima Virgen María, su Asunción al cielo, que el pueblo creyente designa como la Virgen de Agosto. “Un precioso regalo envió al cielo nuestra tierra hoy” dice San Bernardo. La Iglesia contempla en esta festividad el triunfo de María, el gozo de una vida hermosa que culmina con su entrada en el cielo. La afirmación de este acontecimiento mariano lo hace la Iglesia de forma escueta y sencilla: “Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso en su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

En el Evangelio de hoy nos ofrece la Liturgia la escena de la Visitación de la Virgen a su prima Isabel. Esta, al oír el saludo de María, exclama: “¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme? Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el ángel se cumplirá”. Ella ha ido a servir a Isabel y ésta exalta en María su fe y su dicha. Y María prorrumpe en alabanza al Señor, mostrando su profunda alegría: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado mi pequeñez”. La belleza y el gozo caminan juntos. Es el servicio lo que llena la vida de gozo, la propia y la de los demás. Es en la visita, en el encuentro auténtico con las personas donde se muestra la belleza del corazón humano.

La maternidad divina de María está en la “raíz” de su Asunción. Así lo expresa bellamente San Agustín: “La Madre del Señor, la Virgen María es la dignidad de la tierra. “Dios ha nacido de una mujer”. Tal es la fe de la Iglesia y el motivo esencial de su excelsitud: “Dios ha elevado en cuerpo y alma a los cielos a la Inmaculada Virgen María, Madre de su Hijo”. Nos los manifiesta así el Prefacio de esta festividad: “Con razón no quisiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro”. Su “sí” de fe a Dios, que le hizo concebir a Jesús en su corazón previamente a encarnarse en su seno, está en el origen de su existencia llena de entrega, de santidad y de su glorificación última, siendo hoy asunta al cielo.

Esta festividad llena de júbilo a la Iglesia porque María es “primogénita de los cristianos” y su Asunción inicia la nuestra y la de toda la humanidad hacia Dios. San Juan Damasceno escribe: “En ti, llena de gracia, se regocija todo lo creado Gloria a ti”. María es alegría y esperanza de la Iglesia. “Ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra”. (Prefacio) La mujer del Apocalipsis “figura portentosa aparecida en el cielo” se refiere a María y asimismo a la Iglesia. Por eso la Iglesia se mira en María como figura suya que es y, a su vez, María eleva a la Iglesia, con su intercesión, en su camino hacia Dios.

El final de una vida siempre es el resultado del camino recorrido en ella. En este mundo se libra, en el corazón de cada persona, la batalla entre el bien y el mal. Nadie nos evitará en esta vida la lucha contra el pecado y las fuerzas del mal. – María sufrió penalidades y fue, consintiendo con amor a la obra redentora de su Hijo Jesucristo, como mereció la gloria de ser Asunta al cielo. – La festividad de la Asunción en un estímulo para, viendo su final glorioso, aceptar la lucha que es la vida en la tierra, y así poder “participar un día de su misma gloria en el cielo”.

María es ya para a Iglesia “un signo en el cielo” que nos estimula a la alegría de una vida de servicio en la tierra con la promesa de un futuro cierto de felicidad junto a Ella delante del Señor. Veneremos a María en su Asunción.

Francisco San José Palomar
Párroco de Ntra. Sra de Fátima