Manuel de Diego Martín

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6 de noviembre de 2010

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En la historia medieval se hizo célebre la muerte de un Arzobispo en su catedral, cuando celebraba la Eucaristía, inmortalizada en una sublime obra literaria. En el siglo veinte recordamos la muerte de Oscar Romero masacrado mientras decía Misa. La historia se repite: hace unos días morían asesinados en Bagdad dos jóvenes sacerdotes, miembros del movimiento “Mensajeros de la paz” en una celebración eucarística. Con ellos murieron otros cincuenta y cinco fieles más y quedó  un montón de heridos.

El día 24 de octubre, día tan hermoso como misionero, día del Domund, se clausuraba el Sínodo de Obispos de Oriente Medio, celebrado en Roma. En las primeras sesiones se habló mucho de desesperanza, miedo, persecución, que es el hábitat normal en que viven los cristianos de esta zona. Poco a poco se fue cambiando el lenguaje de tal manera que las propuestas finales se hicieron en un lenguaje más positivo. Los obispos volvieron a sus tierras hablando de esperanza, para los cristianos de oriente hay futuro, pues cuentan con el apoyo de todos los cristianos del mundo.

Cuando se habló de Irak, el lugar más difícil para los cristianos, se vio la diferente manera de abordar el tema. Mientras el patriarca caldeo afirmaba que no hay más remedio que convivir, respetar, entablar un diálogo de vida con nuestros hermanos musulmanes, el patriarca sirio seguía insistiendo en que hay que seguir denunciando la trágica situación de los cristianos, no se puede callar ante el mundo. En los países islámicos, decía, los cristianos estamos condenados a morir o marcharnos al exilio. Recordemos lo que pasó con los cristianos de  Turquía  en la primera guerra mundial.

Ocho días después del Sínodo de la esperanza, ¡zass! en Bagdad los milicianos islamistas invaden un templo y mientras los cristianos están celebrando su Eucaristía, matan a dos sacerdotes y mueren cincuenta y siete cristianos. ¡Qué jarro de agua fría a las esperanzas que había suscitado el Sínodo! Ahora dicen los de Al Qaeda que el atentado iba contra los coptos de Egipto. Qué lejos fueron a tirar. Parece ser que entre los egipcios hay convertidos al cristianismo, y los musulmanes los consideran como rehenes y mientras no se los entreguen, seguirán matando. Pero ¿qué culpa tienen los cristianos iraquíes de lo que pase en Egipto? Son excusas del mal pagador. Esta gente, donde y cuando tengan posibilidad, seguirán matando cristianos.    

Los fundamentalistas islámicos piensan que todos los lugares cristianos son en sí mismos lugares sucios que intentan combatir el Islam, por tanto hay que limpiarlos. ¿Quién les convence que lo nuestro es precisamente todo lo contrario, es querer vivir en fraternidad con todos? Ya sabemos que no podemos hacer casi nada. Pero al menos tener conciencia de lo que nuestros hermanos cristianos de Oriente Medio están sufriendo a causa de Al Qaeda. Que cuenten con todo nuestro cariño solidario.