Manuel de Diego Martín

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5 de enero de 2013

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Uno de los tratados filosóficos más grandes que se han escrito en el siglo pasado fue la obra del alemán Martín Heidegger titulada el “El ser y el tiempo” (Sein und Zeit). Este hombre quiere hacernos entender que el hombre no es un ladrillo, un ser opaco, inmóvil que está ahí siempre el mismo, sino que es un ser que el tiempo va desplegando, va construyendo.

Así pues al entrar en un año nuevo es bueno hacer una reflexión sobre el tiempo. ¿Qué hacemos con nuestro tiempo? Los ingleses dicen que el tiempo es oro; nosotros los cristianos decimos que el tiempo es gracia; gracia para crecer y encontrarnos con Dios. Y vuelvo a la pregunta ¿qué hacemos con nuestro tiempo? Hay un bello eslogan que dice que no importa tanto añadir años a la vida, como vida a los años. No se puede decir más con menos palabras. ¿Para qué pedir vivir muchos años si cada vez somos más brutos, más materialistas, más egoístas, y menos solidarios, si somos un poco aquello que dice el refranero del “más viejos, más pellejos”?

Queremos este año tomar el compromiso de añadir vida a los años. ¿Qué significa esto? Pues que hay que saber corregir defectos, manías, tendencias torcidas. Porque todos estos defectos de fábrica con el tiempo se van acentuando cuando nos faltan los controles de la mente y entonces podemos convertirnos en una fierecillas sin jaula y hacer mucho daño a nuestro alrededor. Por eso qué importante es saber crecer, saber envejecer, conservar un equilibrio de bondad y sabiduría, para que un día no tengan que decirnos aquello de qué viejo tan gruñón, qué vieja tan mala. Todo lo contrario, que puedan decir este anciano/a qué grado de bondad, de sabiduría y amabilidad tiene; es que da gusto estar con él.

Así pues empezamos un Año Nuevo y pedimos al Señor que sea para nosotros un año para añadir vida, para aprender a ser buenas personas, aprender a envejecer y a tomar conciencia de que el tiempo se nos ha dado para construir lo mejor posible nuestro ser humano.