Manuel de Diego Martín
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10 de mayo de 2008
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Estos días nos hemos despertado con titulares que nos hablan de la gran crisis económica en la que nos estamos metiendo, y que en septiembre puede llegar a ser terrible. El aumento del paro es imparable, y la subida de precios de artículos de primera necesidad se dispara de una manera salvaje. ¿Qué va a ser de nosotros?
Yo, como párroco que intento tener la iglesia abierta todas las horas posibles, me temo ya la que me espera. Cuando empiecen a llegar gentes a mí puerta, sobre todo inmigrantes, algunos ya amigos míos, para decirme que no tienen que comer, ¿qué podré hacer yo?
Ante grandes problemas, hacen falta grandes remedios En primer lugar el gobierno de España debe afrontar la crisis con valentía sin miedo a perder afectos o cariños de ciertos sectores. Tiene que actuar desde la verdad, sin tapujos, diciendo lo que tiene que decir y haciendo lo que tiene que hacer. Ahora no se trata ya de ganar elecciones, sino de lo que se trata es coger al toro por los cuernos y buscar desde la competencia y honestidad las mejores soluciones.
Además de la responsabilidad de los gobernantes, está la de todos los ciudadanos. Todos somos corresponsales de lo que está sucediendo. Si ha llegado el tiempo de las vacas flacas, esos sectores de gente, para quienes todo el tiempo son de vacas gordas y todos los demás ciudadanos tendremos que apretarnos el cinturón. Siempre se ha dicho que el consumismo desorbitado que llevamos un día puede estallar. Por tanto hay que buscar modos de vida más austeros, es decir, intentar gastar menos, para que los bienes escasos puedan llegar a más gente.
El otro día en el Hospital me saludó afectuosamente un hombre al que yo no recordaba conocer de nada. ¿De qué me conoce? Le pregunté. ¿Cómo no le voy a conocer, me responde, si Vd. es el cura de la bicicleta? Y añade: “se parece Vd. a los de la China de Albacete. ¿Qué China es esa? Le pegunté. Me responde:” Pues el pueblo de Madrigueras”.
Me dio un salto al corazón. Pues de Madrigueras justamente vino mi bicicleta. ¡Cómo me alegra que mis antiguos feligreses, a los que tanto recuerdo, den ejemplo de lo que puede ser un modo de ahorrar en tiempos de carestía! Así pues, que esta práctica cunda, más bicicleta y menos coches. Para malos tiempos, ésta, aunque pequeña, es una buena medida.