+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

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29 de agosto de 2007

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La magnitud de la tragedia originada por el terremoto, que recientemente sufrió el Perú, ha sido enorme. Las últimas noticias nos hablan de más de 500 muertos; alrededor 1500 heridos, 35.000 viviendas destruidas y 85.000 familias gravemente damnificadas. ¿Podemos imaginar cuánto dolor se esconde detrás de estas cifras?

Seguro que muchos de nosotros hemos rezado alguna vez aquel verso del salmo 39: “Señor, date prisa en socorrerme“. Hoy me parece escudarlo de boca de nuestros hermanos del Perú, que, a la vez que se lo dirigen al Señor, nos los dirigen también a nosotros: “Hermanos, daos prisa en socorrernos”.

Las Iglesias de España, a través de Cáritas, hicieron llegar al día siguiente del terremoto un primer envío de 100.000 € a fin de que se pudiesen adquirir mantas, tiendas de champaña, víveres y lo más urgente para ese primer momento.

Cáritas del Perú, que coordina las ayudas que llegan a través de las distintas Iglesia del mundo, está ofreciendo de manera ordenada atención y cobijo a los damnificados en todas las zonas afectadas, a través de sus caritas parroquiales, de las parroquias y seminarios. En los cinco primeros días, gracias a la sólida organización con que cuenta, ha hecho llegar a las zonas de la catástrofe más de 350 toneladas de ayuda humanitaria. Parece que la atención que presta está llegando a más de 10.000 personas. Ello está siendo una auténtica experiencia de Iglesia al servicio del pueblo.

Ahora se trata de que esa corriente de solidaridad no se pare. Hay muchas lágrimas que secar, muchas necesidades primarias que aliviar. Hay muchas viviendas, colegios, centros de salud e iglesias que habrá que reconstruir. Cáritas del Perú ya piensa en un plan coordinado para un futuro inmediato, a fin de que hasta el último céntimo sea lo más eficazmente aprovechado.

Invito a nuestras comunidades, una vez más, a la generosidad a través de sus parroquias o de Cáritas diocesana, para que nuestra cercanía y ayuda fraterna puedan contribuir a convertir esta situación dramática en una situación de esperanza. Os agradeceré a los sacerdotes que hagáis llegar a vuestros fieles estas preocupaciones.