Francisco San José Palomar
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5 de mayo de 2024
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Jesús era plenamente humano. Y sus sentimientos reflejan la autenticidad de su corazón. La noche de su despedida, antes de morir, se vuelca sobre sus discípulos para decirles que es amigo de ellos: “Os llamo amigos, soy yo quien os he elegido”. Y añadía: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 9-17).
La amistad de Jesús exige reciprocidad y llega a nosotros con una condición necesaria: “Si hacéis lo que yo os mando”. Normal. La “alegría” de la amistad es así, trata de complacer al amigo, Jesucristo nos quiere sus amigos hoy.
Esta amistad con Jesús abre nuestra existencia a “horizontes insospechados” de generosidad, de entrega a los demás y a trabajar por causas humanitarias en favor de los más pequeños y marginados de nuestra sociedad. Una vida llena de sentido. En nuestra relación con Jesús, por tanto, no cabe la frivolidad, la indiferencia hacia los demás. Jesucristo nos quiere bien y eleva nuestra vida a horizontes y valores comunitarios que nos dignifican.
Respondamos a la llamada y el deseo de Jesús que nos ofrece su amistad. Ser amigos verdaderos de Jesús es una gracia, una suerte. Hagámonos dignos de ella.
Es bonito y estimulante celebrar este domingo la Pascua del Enfermo. Un día en el que las comunidades parroquiales oran con y por los enfermos y se administra el sacramento de la Unción de los Enfermos. La imagen del Buen Samaritanoimpregna esta jornada. El buen samaritano es un modelo a imitar por los agentes de Pastoral de la Salud de las parroquias. Visitar, hacerse presente en las casas, interesarse por su situación y necesidades concretas es un bellísimo ejemplo de la caridad cristiana.
El papa Francisco nos decía: “Se confía a la persona que sufre a un hotelero, a fin de que pueda seguir cuidando de ella, sin preocuparse por los gastos. Bien, ¿quién es este hotelero? Es la Iglesia, la comunidad cristiana, somos nosotros, a quienes el Señor Jesús, cada día, confía a quienes tienen aflicciones, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos seguir derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y la salvación”.
Ya el apóstol Santiago escribía: “¿Que uno de vosotros cae enfermo? Llame a los ancianos de la comunidad para que recen por él y lo unjan con aceite invocando el nombre del Señor. La oración hecha con fe sanará al enfermo y el Señor lo hará levantarse y si ha cometido pecados se le perdonarán”. (St. 5, 13-16)
Francisco San José Palomar
Sacerdote diocesano