Manuel de Diego Martín

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18 de diciembre de 2010

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El pasado martes celebrábamos la fiesta de S. Juan de la Cruz y el miércoles dábamos nuestro más cariñoso adiós a la Cruz de los jóvenes. No sé por qué asociación de ideas me vinieron a la mente los versos de nuestro sublime Místico: “Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura y yéndolos mirando con sola su figura vestidos los dejó de su hermosura”.

Estos días hemos contemplado en la diócesis de Albacete la Cruz de los jóvenes que presidirá las jornadas mundiales de la juventud el próximo mes de agosto en Madrid. Ha pasado a nuestro lado y nos ha dejado llenos de hermosura, de ternura y de esperanza. Es la cruz que regaló Juan Pablo II a los jóvenes en 1982 con el encargo de ir con ella a todos los rincones de la tierra para anunciar que Cristo muerto en la Cruz es esperanza y salvación para el mundo. Es la cruz que más kilómetros ha recorrido, más besos ha recibido, más miradas ha concentrado y más lagrimas de ternura y amor ha arrancado.

Es la cruz que ha tocado aquellos rincones del ancho mundo más golpeados por la guerra, el hambre, el terror o las catástrofes naturales. Ha tocado las Torres Gemelas, el genocidio de Ruanda, el hambre de Bangladesh, la tierra destruida y calcinada de Haití, Pakistán o El Aquila.

Esta cruz ha recorrido nuestra diócesis desde Villarrobledo hasta Caudete, pasando por la Roda, Valdeganga, Almansa y Hellín. Más de veinte mil albaceteños han besado este madero y han orado por la paz y justicia en el mundo. En lo que me ha sido posible la he acompañado en la Ciudad. Me emocionó verla plantada en el corazón del convento de las Carmelitas, y entre los carros de los enfermos del Cotolengo, y entre los ancianos del Asilo y ver cómo la abrazaban los encarcelados de la Torrecica. Miles de niños y de jóvenes también se acercaron a la Cruz para dejar delante de ella sus mejores deseos y compromisos.

Quisiera decir muchas cosas más, pero no hay espacio ni tiempo. Me quedo con las palabras encendidas de nuestro Obispo cuando afirmaba que al mostrar esta cruz no vamos contra nada ni contra nadie. Al contrario, queremos ser fieles al mensaje de Jesús que nos dice desde la Cruz  que con El un mundo de paz y de justicia es posible.  Bendita Cruz que nos ha traído tanto gozo y tanta esperanza.