Juan Iniesta Sáez
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25 de junio de 2022
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Acoger la llamada para transformar el mundo
Después del largo periodo de Cuaresma, Semana Santa y Pascua, con las «prórrogas» de la Santísima Trinidad y el Corpus, volvemos del todo al Tiempo Ordinario, de la mano de un evangelio de lo ordinario. El centro del mismo es la esencia de la Iglesia: sinodal y misionera. Si verdaderamente somos discípulos del Maestro, no podemos hacer nuestro camino al margen del suyo. Compartimos su senda. Incluso cuando los criterios humanos nos paralizarían o ralentizarían («dejad que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino»). El mensaje evangélico es radical, y este domingo lo percibimos con fuerza desgarradora.
Es radical, porque asumirlo nos lleva a despojarnos de seguridades mundanas, dado que «el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza»; y es radical porque nos lleva a echar nueva raíz, ser hombres y mujeres nuevos, transformados por el encuentro cotidiano y sincero con el hace nuevas todas las cosas («el que sigue mirando atrás no vale para el Reino de Dios»).
Como a menudo edulcoramos la radicalidad de optar por Cristo en confrontación con optar por los criterios mundanos, Palabras como las que este domingo nos dirige Cristo pueden llegar a desconcertarnos.
No se trata de vivir de espaldas a nuestra realidad, como si ya no nos importase nuestro sustento, nuestros familiares o nuestro pasado. Somos seres contingentes y relacionales, que vivimos en nuestro tiempo y tenemos nuestra historia. Pero se trata de leerlo todo en clave evangélica, de acoger la llamada de Jesucristo a transformar el mundo, de modo que anticipemos la llegada del Reino de los Cielos.
La vuelta al tiempo ordinario precisamente nos invita a esto: renovar en la vida cotidiana nuestro compromiso de discípulos misioneros, revitalizar nuestro seguimiento del que (lo dice al inicio de este evangelio), toma la decisión de ir a Jerusalén, es decir, quiere llevar su obediencia al Padre hasta el cumplimiento en la entrega en la cruz por cada uno de nosotros, sus prójimos.
Juan Iniesta Sáez
Vicario Episcopal Sierra