+ Mons. D. Ángel Fernández Collado
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18 de marzo de 2023
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]Q[/fusion_dropcap]ueridos diocesanos:
De nuevo, como hacemos siempre en torno a la fiesta de San José, estamos ante el Día del Seminario Diocesano. Este año 2023, serán los días 19 y 20 de marzo. En todas las misas rezaremos por los seminaristas y las vocaciones al sacerdocio y haremos la colecta para el sostenimiento del Seminario.
El Seminario es como “un seno materno” en el que se van gestando los sacerdotes. Quienes sienten la vocación y quieren seguir al Señor, reciben la formación humana, espiritual, intelectual, apostólica y comunitaria necesaria para vivir y ejercer el ministerio sacerdotal. Solo después de un largo y riguroso proceso de maduración podrán los candidatos, responder con pleno conocimiento y libertad, a los compromisos personales y eclesiales que lleva consigo la “vocación sacerdotal”.
Esta vocación no tiene su origen en la propia voluntad o en el deseo y gusto de cada uno por ser sacerdote. Siempre es Dios quien llama primero y el que marca la pauta. Como les hizo ver Jesús a los apóstoles: «No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.» (Jn. 15,16). En la liturgia de la ordenación sacerdotal decimos que Cristo «con amor de hermano, elige a hombres de su pueblo santo, para que, por la imposición de manos, participen de su sagrada misión».
En la oración el Señor nos hace sentir este amor. Este es, por así decir, el “secreto de la vocación sacerdotal” y lo que explica que muchos adolescentes, jóvenes y adultos, muchas veces sobreponiéndose a sus gustos y deseos, responden con un “sí inicial” a la llamada que Dios les hace. En un primer momento, ese “sí” consiste en la decisión de ir al Seminario para discernir y verificar la autenticidad de ese “sentimiento interior”, en un ambiente de estudio, oración y vida comunitaria, bajo la guía del equipo de formadores. Luego, el tiempo y la maduración personal le permitirán decidir libremente de un modo definitivo.
Para que haya sacerdotes necesitamos tener seminaristas, pero para que haya seminaristas necesitamos jóvenes capaces de recibir, con fe y alegría, la llamada de Cristo al ministerio. La semilla de la vocación necesita un terreno fértil para poder germinar. Por eso nuestra atención debe, también, centrarse en los primeros “seminarios” de las vocaciones sacerdotales: la familia, la parroquia, la catequesis, los grupos y movimientos juveniles.
Normalmente, llegada cierta edad, le preguntamos a los chicos y chicas, ¿tú, que quieres ser de mayor? Las respuestas expresan inmediatamente sus gustos y deseos personales. Piensan que es algo que tiene que nacer de ellos. Su desconocimiento del sentido cristiano de la vida les impide reconocer que el centro de su vida no es ellos, sino “los otros” y, sobre todo, “el Otro”, Dios. La vida no se resuelve desde el “yo quiero” sino a partir del “que quieren los otros de mí” y, sobre todo, “que quiere Dios de mí”.
Expresiones tan frecuentes en la cultura actual, como, “soy libre y hago lo que quiero”, “soy dueño de mi vida y hago con ella lo que quiero”, “soy dueño de mi cuerpo y hago con él lo que quiero”, etc., nos están indicando hasta qué punto le puede resultar incomprensible a cualquier joven “el misterio de la vocación”, que siempre supone la conciencia de pertenencia a Dios y la disposición para decirle, como la Virgen María, «aquí estoy, hágase en mí según tu voluntad». Sólo quien es capaz de estar “descentrado de sí mismo” puede sentir y aceptar la llamada que Dios le hace al sacerdocio o a cualquier otra vocación específica en la Iglesia.
También, ante la realidad de nuestro Seminario Diocesano, todos debemos preguntarle al Señor, con el corazón abierto y disponible, con palabras de Santa Teresa de Jesús ¿qué mandáis hacer de mí?, ¿qué quieres que haga?, ¿qué debo hacer por el Seminario? Y responder en conciencia a su llamada con generosidad. Los católicos debemos sentir el Seminario como algo propio y participar en su misión promoviendo la vocación sacerdotal, estimando y estimulando, acompañando y animando a los seminaristas, orando y, también, con la ayuda económica. Nos lo pide el Señor. Confío en la generosidad de cada uno de vosotros.
Con mi bendición,
Ángel Fernández Collado
Obispo de Albacete