Manuel de Diego Martín

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22 de diciembre de 2007

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El tema de aborto está que hierve, sobre todo desde que el Ministro de Sanidad quiere meternos a todos los que no estamos de acuerdo con sus tesis abortistas en el saco de la santa Inquisición. Los que no estamos de acuerdo con el aborto somos inquisidores. Los que defienden una ley que sea un inmenso coladero para perpetrar las más odiosas ignominias, esos sí que son de una admirable tolerancia, de una sublime humanidad. Si así son la cosas, pues que viva la inquisición Sr. Ministro.

Me da cierta tristeza escribir de este tema en vísperas de la Navidad, puesto que Navidad es el triunfo de la vida, no de la muerte. En Navidad nace un Niño que tiene como misión dar vida abundante a toda la humanidad.

No pudiendo dormir una noche pensando en estas cosas, al final en medio de insomnio tuve un sueño. Escuchaba las cosas que un progre de nuestro tiempo decía a su vecino José, mientras éste se encontraba hundido en la tristeza y duda ante el embarazo de su prometida.

No te preocupes, vecino, por lo de tu novia, pues eso no es nada. Me dices que está embarazada y no sabes de quien. Pues esto con un puñado de euros se arregla en la lejana Hispania. Allá hay clínicas a montones que lo solucionan todo. Además María puede tener una crisis de ansiedad si sigue embarazada. Por otra parte, si se enteran de que se ha acostado con otro que no seas tú, la pueden triturar a pedradas. Tienes todas las bazas para practicar un buen aborto. Tú dices que quieres dejarla, pero sí tu prometida es una excelente chica, en estos tiempos un desliz lo tiene cualquiera. Mira, mira, lo mejor solución es interrumpir el embarazo y aquí no ha pasado nada.

José siente repugnancia y horror ante los malos consejos del vecino. El lo tiene muy claro y así lo dice. Lo mejor es que yo me vaya, que yo viva mi vida, ella la suya y deje vivir la vida que lleva en su seno.

El mal consejero se retira y llega el Ángel de Dios a explicarle todo el misterio. Y María encontrará en José todo el apoyo, cariño y ternura para hacer que la Vida que en su seno empieza encuentre la mejor familia. ¡Qué horror si a los malos consejos del progre abortista María hubiera triturado, hubiera crucificado antes de nacer al Verbo Eterno. Esto produce un escalofrío de locura. ¡Pobre Humanidad si esto hubiera sucedido! Pues bien esto está sucediendo cada día, pues cada nasciturus que es masacrado antes de nacer es también el Verbo Eterno. “Lo que hicisteis con uno de estos pequeñuelos, lo hicisteis conmigo” nos dirá el supremo Juez, Señor de vivos y muertos, al final de la historia. Esta justicia, que en verdad hace justicia, es la que de verdad nos importa.