Manuel de Diego Martín
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13 de diciembre de 2014
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Hace unos años, el francés Dominique Lapierre escribió una hermosa novela titulada: “la Ciudad de la alegría” inspirada en el ambiente de la ciudad de Calcuta, la ciudad de la Beata Teresa. Para conseguir su objetivo vivió dos años en dicha ciudad muy en contacto con nuestra misionera. El autor quiere hacernos ver que allí donde hay amor, solidaridad, preocupación por los más pobres, es posible vivir con alegría aún en las circunstancias más adversas y crueles.
Estos días en la Liturgia del Adviento hemos leído un poema bellísimo del profeta Isaías que nos dice: “Consolad, consolad a mi pueblo…”. Y la razón es que ya se acabó el horror y la tristeza del destierro. El Señor viene con fuerza y nos salvará. Llegarán por fin los cielos nuevos y la tierra nueva que Dios quiere darnos. Preparemos el camino a esta venida del Señor.
Por otra parte el papa Francisco no deja de invitarnos a vivir con alegría. Es posible la alegría que el Señor quiere darnos y que brota del encuentro con su Hijo Jesucristo. Y todos estamos llamados a ser en nuestro mundo testigos de esperanza y de alegría, que tanto las gentes necesitan.
Hoy miramos a nuestro mundo, a nuestra realidad más cercana y nos preguntamos: ¿pero hay un lugar para el consuelo y para la alegría en estos tiempos nuestros? Estos días hemos vivido acontecimientos en nuestro ámbito nacional, incluso en nuestras mismas calles, que nos llenan de tristeza y desesperanza. Así hemos visto cómo unos hinchas del fútbol, matan a un hincha del otro equipo, lo tiran al río y como si tal cosa, se van a ver el partido. Un muchacha de nuestra ciudad, que parece lo tenía todo: familia, amigos, trabajo, fe en Jesús se quita a sí misma la vida dejándonos a todos en un gran desconsuelo y tristeza. Por otra parte nos enteramos de que en una misma noche tres hombres matan a sus parejas, después dos de ellos se quitan la vida, dejando a un puñado de niños totalmente huérfanos. Y para terminar, una patera deja un montón de muertos, entre ellos bebés, en nuestras costas.
Visto el panorama ¿Hay lugar para la esperanza y para la alegría? Sí, claro que hay lugar para ellas, si todos los que creemos en Jesús vivimos nuestras vidas cristianas comprometidos con las mejores causas de la humanidad, como Teresa de Calcuta, Dominique Lapierre o los protagonistas de la novela “la ciudad de la alegría”. Ciertamente podremos ir creando esos cielos y esa tierra nueva si con fe y amor acogemos al Señor que viene. ¡Qué tarea más hermosa tenemos por delante!