Manuel de Diego Martín
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19 de mayo de 2012
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El 10 de mayo, el mismo día y a la misma edad, 69 años, en que muriera S. Juan de Ávila, patrón de los sacerdotes españoles, el que será pronto doctor de la Iglesia, fallecía D. Luís Marín vicario general, desde hace treinta años y en la actualidad párroco de S. Juan Bautista.
Nació en el pueblo de Vianos, en una familia de agricultores. Hasta el final guardó D. Luis ese amor entrañable a la tierra, cuidando en la medida que le era posible, su huerto lleno de ciruelos, higueras, parras y olivares, cuyos ricos frutos compartía con sus amigos.
Recién ordenado sacerdote fue enviado como párroco a Yeste. Allí supo llevar adelante su misión pastoral en aquel tiempo difícil de la transición, con un admirable equilibrio entre las nuevas reivindicaciones sociales y una total fidelidad a la Iglesia y a su Obispo. En su juventud supo ganarse el respeto y el cariño de toda la gente.
Más tarde fue llamado como formador de Seminaristas y mientras cuidaba de éstos en Valencia, hizo estudios de Filosofía, que después enseñó como profesor en el Colegio del Santo Ángel, en el Seminario y en el Instituto Teológico
Al llegar D. Victorio lo llamó a ser su colaborador como vicario general. Entre las cosas remarcables de aquella época fue organizar la Asamblea Diocesana que era un intento de poner al día la eclesiología del Concilio, Iglesia Pueblo de Dios, en el que todos tenían que participar. También las visitas pastorales iban precedidas de una gran preparación en cada pueblo que animaba D. Luis. En aquella época se iniciaron los conocidos planes pastorales.
Marchó D. Victorio y por elección del Consejo de Consultores quedó como Administrador Diocesano hasta la llegada de D. Francisco. Este le llamó también a seguir como vicario general, con una nueva modalidad ya que se crearon las vicarias territoriales, de alguna manera tomó la responsabilidad de animar al equipo de vicarios.
Al marchar D. Francisco, quedó de nuevo como Administrador Diocesano. En este tiempo se celebraron los cincuenta años de la Coronación de la Virgen y le tocó a D. Luis organizar este evento con gran eficacia y esplendor, dando muestras de su conocimiento de las personas y del medio en que se movía, para aunar voluntades y conseguir que todo resultase tan hermoso y solemne. A la llegada de D. Ciriaco, también lo tomó como su más estrecho colaborador.
Tiene D. Luis en su haber también su amor a los enfermos siendo consiliario de la Hospitalidad de Lourdes, pero sobre todo el que mostró siendo capellán muchos años del Cotolengo. Hay que acercarse a esta casa para ver lo que D. Luis significaba para ellos. Hasta aprendió un lenguaje único para entenderse con una sorda muda que muy pocos son capaces de entender. También la Asociación de Viudas tuvo en D. Luis su mejor mentor.
Que Dios le tenga en su gloria y que desde el cielo siga cuidando de la diócesis de Albacete para que no nos falten pastores según el Corazón de Jesús, como fue el suyo.