Manuel de Diego Martín
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9 de junio de 2012
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Hoy celebramos la fiesta del Corpus, día de la Caridad fraterna. Podemos decir que todos los días del año están siendo día de Caritas a causa de tanta pobreza como hoy nos envuelve.
En mis tiempos de Hellín participaba en la solemne procesión del Corpus y al pasar escuché cómo un niño preguntaba a su mamá dónde estaba el Señor. Y la mamá le decía, pues ahí, ahí en eso blanco. Y el niño seguía insistiendo que él no veía al Señor. Se comprende que el niño no podía ver al Señor azotado, coronado de espinas, crucificado como en otras procesiones.
Hoy nosotros sí vemos al Señor en esa Hostia blanca. Y le vemos azotado crucificado en tantos millones de empobrecidos. Los analistas nos dicen que tenemos a la España tan pobre como en los tiempos de la posguerra. Pero también tenemos a Caritas que mirando ese Pan blanco partido y repartido, que es Cristo en la Eucaristía, no puede por menos que acercarse a todos los pobres trayendo ayuda y esperanza.
Hubo tiempos en que había gente que decía aquello de Cristo si, pero la Iglesia no. Era una manera de decir que no querían saber nada con la Iglesia. Esto es una falacia. Hoy, en ciertos medios progresistas, está ocurriendo algo parecido. Dicen Caritas si, pero la Iglesia no. No quieren ver que Caritas no es una ONG nacida entre buena gente, es la misma Iglesia que ha puesto su mirada en ese Cristo entregado por nosotros y no puede por menos que hacer lo mismo.
Estamos viviendo tiempos difíciles, casi de infarto. ¿Qué va a pasar con nosotros? El Rey ha dicho en tierras americanas unas palabras que se ha repetido mucho; ha dicho que para salir no es suficiente la austeridad y los recortes, hace falta solidaridad. Pues esto mismo lo ha dicho una y mil veces Benedicto en “Caritas in Veritate”, y lo han repetido los Obispos para este día. Para salir hace falta convertirse todos en pan partido y repartido. Es necesaria la gratuidad. Con las solas leyes económicas, el juego de derechos y deberes, al final puede ocurrir que cada uno vaya a lo suyo.
Los creyentes en Jesús creemos que desde una mirada atenta a la Blanca Hostia, pan partido y repartido, podemos tomar la decisión de hacer lo mismo en memoria suya, es decir convertirnos todos en ese pan bueno que se deja comer por todos. Si a grandes males, grandes remedios, en esta hora histórica, el mejor remedio es una respuesta de amor grande y global como el mundo.