Carmen Jimenez Tejada

|

3 de noviembre de 2024

|

76

Visitas: 76

En ocasiones y con una mirada agradecida me gusta mirar el viejo álbum de fotos y contemplar los instantes atrapados de vida compartida con nuestros seres queridos. Qué bueno es echar la vista atrás y decir a plena voz: “el Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”.

Mirar hacia el pasado con gratitud es un signo de buena salud espiritual. Recordar aquellos momentos que han tejido nuestro pasado, y que hoy dan forma a nuestro presente, nos reconforta.

Este domingo día 3 de noviembre, la Iglesia de Albacete se viste de fiesta para celebrar y conmemorar con gozo, en nuestra catedral, la eucaristía por el inicio de curso y jubileo por los 75 años de nuestra Diócesis.

Y digo que vamos a conmemorar, y no solo a celebrar, porque no es únicamente un acto solemne en recuerdo de un hecho histórico. Al conmemorar, traemos al presente y actualizamos lo que significó para la Iglesia en Albacete aquel 2 de noviembre de 1949, con la creación de la Diócesis de Albacete.

Son setenta y cinco años de vida diocesana compartida, animando, orientando, coordinando y apoyando la acción evangelizadora con nuestra propia idiosincrasia manchega. Es la fe que vivieron y celebraron nuestros abuelos. Es recibir un legado para vivir y compartir la fe, nuestra devoción a la patrona la Virgen de los Llanos, nuestras tradiciones y saborear con orgullo nuestro ser de Albacete.

Somos herederos de un legado de fe cristiana, vida eclesial y compromiso evangelizador, un legado que hemos recibido y que, a su vez, el Señor quiere que sigamos transmitiendo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Damos gracias a Dios, quien nos ha guiado a través de nuestros obispos durante toda la historia de esta comunidad diocesana. Con una mirada agradecida por nuestro pasado, encontramos razones para mirar el futuro con esperanza, frente a los nuevos desafíos que se nos presentan. La Diócesis sigue caminado en la espera de un nuevo Pastor, que será el séptimo en nuestra historia. Con ilusión, iniciamos nuestro particular jubileo, abrazando el futuro con esperanza. ¡Qué bueno es mirar hacia atrás y darse cuenta de que todo ha sido gracia de Dios!