Manuel de Diego Martín
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18 de julio de 2015
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Estamos recordando estos días los cincuenta años en que la Fundación Pontificia de Ayuda la Iglesia Necesitada se inició en España. Este tema es de rabiosa actualidad ya que la situación de muchas iglesias en el ancho mundo es dramática y está yendo de mal en peor, sobre todo desde que el Califato Islámico quiere acabar con todo lo que no sean ellos.
Esta Asociación nació al acabar la II Guerra Mundial cuando un religioso mercedario el P.Werefriend von Straten al ver la situación en la que habían quedado muchísimas parroquias alemanas y sus párrocos en la mayor indigencia, empezó a buscar ayudas para ellos. A este religioso se le conoce también como el P. Tocino, ya que en sus peticiones se conformaba con poco ya que todos en aquel momento eran pobres, y las mujeres de los pueblos lo que mejor le podían dar era un poco del pernil de las matanzas.
Luego esta ayuda se extendió a los países del Este en que las iglesias habían quedado destruidas por la persecución comunista. Y la obra, a través del P. Alfonso López Quintás llegó hace cincuenta año a España para hacer crecer la Asociación y así poder llegar a otros países del mundo como son África, América del Sur y Asia.
Hoy la ayuda a la Iglesia Necesitada está volcada sobre todo en Siria, en Irak, Egipto, Nigeria, donde las muertes y refugiados se cuentan por millones sobre todo desde que se ha puesto en marcha el Califato Islámico, la Yihad y Boko Haram. Pero esta persecución hacia los cristianos se extiende también en otras latitudes. Como vemos el Hinduismo fundamentalista y el Comunismo radical siguen persiguiendo a los cristianos.
El lema de la Fundación lo acuñó el mismo P. Fundador P.Tocino y dice así “Seguiremos siendo voz para los que no tienen voz”. Este aniversario que nos honra y llena de gozo al saber que desde hace cincuenta años estamos ayudando a la Iglesia necesitada. Es un momento para reflexionar y ver que si los problemas son más urgentes y más graves tendremos que arrimar más el hombro y ver qué podemos hacer con tantos cristianos masacrados u obligados a abandonar la tierra o las parroquias que les vieron nacer. Naturalmente tenemos que rezar por ellos, pero además, ante la gravedad del problema, ver si podemos conseguir que nuestra aportación sea mayor cuando haya llamadas de extrema urgencia a colaborar.
Además de la oración y la ayuda económica, tenemos que ir creando conciencia política entre todos, para llegar a comprender que el derecho a la libertad religiosa es el primero y fundamental para que la persona pueda vivir con dignidad ya que lo toca en lo profundo de su ser. Gracias por estos cincuenta años y seguiremos colaborando todos los que sean necesarios.