2 de julio de 2017
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«Loado seas, mi Señor, también por los medios de transporte». Este es el lema que han elegido este año los Obispos para la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico 2017. Con él quieren alabar y bendecir a Dios por la creación, obra de sus manos, según leemos en la Sagrada Escritura: «Al principio, creó Dios el cielo y la tierra» (Gén 1, 1), y al hombre, creado a su imagen y semejanza (cf. Gén 1, 26). «Y vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno» (Gén 1, 31). Desde entonces, podemos decir con el salmista: «El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje» (Sal 19, 2-5).
El papa Francisco, en su encíclica Laudato si’ escribe: «Cuando insistimos en decir que el ser humano es imagen de Dios, eso no debería llevarnos a olvidar que cada criatura tiene una función y ninguna es superflua. Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios» (n. 84).
La Jornada de Responsabilidad en el Tráfico de este año y la fiesta de san Cristóbal, quieren los Obispos que sea una invitación a bendecir y loar al Dios de la creación, por tanta belleza como nos regala y por la oportunidad que nos brinda de contemplarla. Y quieren hacerlo con la sencillez de san Francisco en su Cántico de las criaturas.
Qué bien suenan las palabras de san Francisco alabando al Señor, por todas sus criaturas: por el hermano sol, por la hermana luna y las estrellas; por el hermano viento, por las nubes, por el agua, por el hermano fuego y por nuestra hermana, la madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna y produce diversos frutos, con hierbas y flores de color.
Pero también san Francisco alaba al Señor por aquellos que perdonan por su amor y soportan enfermedad y tribulación. El Cántico termina invitándonos a todos a loar y bendecir al Señor, dándole gracias y sirviéndolo con humildad.
Si San Francisco hubiera conocido en su tiempo los maravillosos medios actuales de transporte, exclamaría también y nosotros con él: «Loado seas, mi Señor, también por los medios de transporte», así lo ha hecho un padre franciscano en el libro titulado Alabado seas, mi Señor, por el hermano coche, donde nos ayuda a rezar y a alabar a Dios por cada una de las partes del coche y demás medios relacionados con la movilidad.
Hoy no podemos ni imaginar por un instante lo que sería de nuestra sociedad sin los medios de transporte, tanto terrestres como marítimos o aéreos. Son una bendición de Dios puestos al servicio y bienestar del hombre, y por ellos, loamos también al Señor.
Son muchísimas las personas, que trabajan en los más variados medios de transporte dedicando su vida al servicio a los demás. También por todas estas personas quieren loar y bendecir a Dios. Así se expresaba el beato papa Pablo VI: «En las largas rutas, como caballeros del volante, os ponéis en contacto con la naturaleza, y al pasar de las cumbres a los valles sois testigos de las bellezas que ha ido sembrando el Creador… Bien sabemos que en vuestra hoja de servicio figuran numerosos ejemplos de ayuda desinteresada al viajero en ruta, de caridad, de hospitalidad y de cortesía para con el prójimo. ¡Que Dios os bendiga!».
El que alabemos a Dios, por los medios de transporte y sus múltiples beneficios, no quiere decir ignorar los problemas ambientales. Con el papa Francisco, dicen que «sabemos que la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes, sobre todo el carbón, pero aún el petróleo y, en menor medida, el gas, necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora. Mientras no haya un amplio desarrollo de energías renovables, que debería estar ya en marcha, es legítimo optar por la alternativa menos perjudicial o acudir a soluciones transitorias» (LS, n. 165).
Asimismo afirman, con el papa Francisco: «El cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad» (LS, n. 25).
Sin ser ilusos, soñamos el día en el cual las energías renovables no contaminantes cubran todas las necesidades y que los medios de transporte, con energía eléctrica o alimentados con otros tipos de energías no contaminantes, sean una feliz realidad.
La invitación a dar gracias y alabar a Dios por lo positivo de los medios de comunicación y de transporte no puede hacernos olvidar la posibilidad, por desgracia frecuente realidad, del mal uso de los mismos, con las graves consecuencias de no poco dolor y muerte en la sociedad moderna.
En nuestra actitud, gozosa y agradecida, de los medios de transporte, a la hora de usarles en nuestros desplazamientos, tengamos siempre presente que «¡toda vida es sagrada!» también la nuestra, de la que no somos dueños absolutos. Contribuyamos a que las carreteras, calles y demás vías de comunicación, sean seguras y que la seguridad propia y ajena, así como el respeto a las personas y a las cosas, sean una prioridad, frente a la potencia de la máquina, la velocidad, la vanidad, la prisa o la irresponsabilidad.
Loado seas, mi Señor, también por los medios de transporte. Apelan, pues, a la responsabilidad de cada uno, para que entre todos hagamos realidad la gran utopía de cero accidentes, cero muertes en nuestras carreteras.