4 de junio de 2015
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“La Iglesia, servidora de los pobres”, es la nueva instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal Española, preparada para impulsar y renovar el trabajo de los agentes de la acción social y caritativa de la Iglesia y de todos los fieles, ante la necesidad de los cristianos como miembros activos de la sociedad civil, de dar una respuesta eficaz ante las crecientes desigualdades sociales y económicas y las demandas cada día mayores que los pobres nos presentan, sobre todo por los efectos de la crisis económica.
Los obispos de la comisión de pastoral social, en este documento presentado el 24 de abril de 2015, piden especialmente a quienes trabajan en la acción social y caritativa de la Iglesia, “que continuéis en el esfuerzo por superar la situación y mantengáis viva la esperanza”, en la alegría de que somos testigos de que Dios mismo –especialmente por nuestro trabajo y dedicación por los más pobres-, “ya está entre nosotros transformando desde dentro la historia y alumbrando un mundo nuevo y una nueva sociedad, asentados no en la fuerza de los poderosos, sino en la dignidad y los derechos inalienables de los pobres”.
En 2013, dos millones de personas se beneficiaron de las acciones de distintos ámbitos de la Iglesia, y unos 70.000 voluntarios se dedicaron a esta labor.
“Todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles”, dice el Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Los obispos, en este documento se dirigen a las víctimas de la pobreza diciéndoles que “sois nuestros predilectos. No estáis solos”, a la vez que dan las gracias a todos los que “trabajáis contra la pobreza y sus consecuencias”, citando el pasaje del Éxodo de que Dios es el que está viendo esta opresión de la pobreza y el descarte social que sufren tantos hermanos y hermanas nuestras.
La presentación de esta instrucción pastoral “La Iglesia, servidora de los pobres”, se hizo ayer día 3 de junio en el salón de actos del Obispado de la Diócesis de Albacete, y ha tenido la peculiaridad que se ha preparado un trabajo resumido y muy preciso de su contenido, en el deseo de que se aplique con eficacia esta instrucción, como instrumento de formación y revitalización adaptado a las exigencias actuales de la acción social y caritativa de la Iglesia, para que en verdad responda a su vocación de trasformación social desde la Buena Noticia de que Dios, que es el Amor, vive, actúa, y está con nosotros, para conseguir que los pobres sean realmente integrados en esta sociedad y se cuente con ellos.
Este trabajo resumido ha sido realizado por el sacerdote Francisco Javier Avilés Jiménez, consiliario de Justicia y Paz, como miembro de la Delegación Diocesana de Acción Caritativo-Social, integrada por Cáritas, Justicia y Paz, Secretariado de Migraciones, Secretariado de Pastoral Penitenciaria y Secretariado de Pastoral Gitana y fue presentado por el sacerdote José Vicente Monteagudo Rodenas, delegado de esta Acción Caritativo-Social en Albacete, junto con los representantes de las organizaciones que están trabajando en la campaña de Cáritas Internacional: “Una sola familia humana, alimentos para todos”: Cáritas, Confederación de Religiosos y Religiosas (CONFER), Justicia y Paz, Manos Unidas, a las que se ha unido también la Familia Vicenciana.
Alimentarnos de Cristo
El obispo de Albacete, D. Ciriaco Benavente Mateos, encabezó la presentación, resaltando el profundo significado para la vivencia de manera auténtica de nuestra fe, que la instrucción pastoral “La Iglesia, servidora de los pobres”, sea presentada en el marco de la celebración del Día Nacional de la Caridad 2015, domingo 7 de junio, Solemnidad del Santísimo Cuerpo y la Sangre de Cristo, fiesta del Corpus Christi.
“Ya lo dijo el papa San Juan Pablo II, que la Eucaristía –alimentarnos con la Eucaristía como unión con Cristo y con los hermanos-, contiene en sí, todo un proyecto de transformación social cuando se vive con hondura”, destacando que la Caridad –lo que vivimos es de lo que damos testimonio con nuestra existencia y compromiso social, al servicio de los más pobres-, es una de las tres dimensiones constitutivas de la Iglesia, junto con el anuncio del Evangelio –el servicio de la Palabra-, y la Celebración, que actualiza los misterios del Señor Jesús.
Por su parte, el delegado diocesano de Acción Caritativo-Social, resaltó en la presentación de este trabajo, que es tiempo de poner en duda y en cuestión muchas cosas que en la sociedad se dan por sentadas, como que la pobreza es consecuencia de un fatalismo. “No, la pobreza tiene causas como los mecanismos financieros. Es necesario conocer esas causas para luchar contra ellas y combatirlas. La pobreza hoy es evitable, y los principales obstáculos para erradicarla no son técnicos, como nos están diciendo, sino éticos, sociales, económicos y políticos”, afirmó.
“Parece que es que tiene que haber pobres… pues no –dijo con rotundidad José Vicente Monteagudo-. Hay recursos suficientes para evitar la pobreza. El problema no son los pobres. El problema para esta sociedad es que no se cuenta con los pobres”.
Entre las propuestas esperanzadoras desde la fe que se dan en este documento, está apoyarse en la fuerza transformadora de la evangelización, pues “los problemas sociales tienen causas más profundas que las materiales: derivan de un déficit de humanismo, de falta de fraternidad”.
Llamada a la continua renovación y conversión
“La Iglesia, al servicio de los pobres”, hace una llamada a la continua renovación y conversión: para ser una buena noticia para los pobres tenemos que convertirnos, en sentido de volverse a Dios, tanto uno mismo a nivel personal, como de manera comunitaria y social. Se trata de un cambio de todos y a todos los niveles: personales, sociales e institucionales, y se resalta que cada cristiano está llamado a ser instrumento de Dios para la liberación y promoción de los pobres de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad. Para ello es necesario cultivar una sólida espiritualidad que dé consistencia al compromiso social y apoyarse en la fuerza transformadora de la evangelización.
En cuanto a la actual situación económica, los obispos defienden que el hombre no es sólo un consumidor, a la vez que denuncian que el orden económico está establecido sobre el afán de lucro, y que el beneficio como fin último genera pobreza. Por tanto, urge la necesidad de recuperar una economía basada en la ética. Se plantea, asimismo, la necesidad de una regeneración moral: el mayor aprecio del bien común y favorecer la cohesión social, y de emprender, en definitiva, un desarrollo integral de la persona y afrontar las raíces de las pobrezas, defendiendo la vida y la familia como bienes sociales fundamentales y afrontando el reto de una economía inclusiva y de comunión.