8 de septiembre de 2014

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Un pueblo en fiestas es siempre una realidad admirable. En las fiestas  la vida se hace en la calle, se abren las puertas de las casas y de los corazones, se allanan la diferencias, se encuentra la alegría saltando en cada esquina. En la fiesta aflora lo mejor del pueblo. Pero la fiesta es especialmente bella y hermosa cuando se hace en torno a la Santísima Virgen. Las madres – y la Virgen de los Llanos es nuestra madre en la fe- siempre hacen revivir en nosotros, los hijos, la conciencia de que somos hermanos. La vida puede distanciarnos, podemos pensar de manera distinta, pero, mientras viva la madre, todo hijo tiene siempre una cita pendiente en el hogar familiar. En presencia de la madre nos reconocemos como hermanos. La Virgen, como buena Madre, siempre hace familia, hace pueblo y hace Iglesia.

La Virgen de los Llanos está en los orígenes de la Feria de Albacete. Ella no es un obstáculo a la fiesta, sino que la potencia. María fue elegida por Dios para traer  a este mundo la fiesta más honda y verdadera: la fiesta de la salvación. Por eso la llamamos “causa de nuestra alegría”. En Ella hallaron cumplimiento la espera y la esperanza de los pobres de Israel, alumbrando una esperanza inédita.

Pero, ¿podemos hablar de fiesta cuando la violencia, el paro, la explotación y la marginación siguen presentes en nuestro mundo? ¿No es un sarcasmo cuando hay hogares que no podrá hacer fiesta en la Feria?

La Virgen de los Llanos nos señala, un año más, lo que constituye el meollo de la fiesta, lo que nos enriquece dejándonos algo más que el amargo sabor de la resaca. Porque lo mejor de la Feria es el encuentro, hacer del ferial nuestra plaza del pueblo donde todos acabamos encontrándonos para disfrutar de la amistad. La obligada visita a la capilla de la Virgen nos recordará que somos hermanos.

Y no olvidemos que en las fiestas del Pueblo de Dios siempre había una ración especial para el emigrante y el pobre. ¡Buena Feria!

+ Ciriaco Benavente

Obispo de Albacete