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9 de julio de 2014

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Ha muerto Antonio López, misionero diocesano del I.E.M.E. natural de Pozo Cañada, misionero en Cuba, Nicaragua, Perú y Colombia. Fue pregonero del DOMUND en el 2008. Antonio nació en octubre de 1936 y fue ordenado el 14 de julio de 1963.

Ha sido enterrado en la mañana del jueves 10 de julio a las 10,30 en la parroquia de San Juan en su pueblo natal, Pozo Cañada rodeado de su familia, compañeros sacerdotes y misioneros. Una celebración presidida por nuestro Obispo, Ciriaco Benavente, y llena de emoción. La celebración terminaba con un aplauso que simbolizaba toda la gratitud de su pueblo, familia y compañeros.

Antonio ha sido un hombre detallista, afable, cercano, entregado y pobre. Su naturalidad y su mirada eclesial ha sido ejemplo para muchos. Su larga trayectoria misionera ha sido ejemplo de entrega y disponibilidad. Ha vivido su enfermedad con gran integridad, aceptando la debilidad y no queriendo ser carga para nadie.

Su sonrisa y cariño a su tierra también ha sido una de sus características. Amaba la misión. Vivía con ilusión la vocación sacerdotal y misionera de su sobrino. Quería a su gente y se dejaba querer.

Despedimos a Antonio con cariño y con la esperanza de que descansa en el Señor. ¡Gracias Antonio por tu ejemplo misionero y tu caridad pastoral!

Descansa en el paz.

A continuación recuperamos una entrevista que aparecía en los medios de comunicación en el 2008.

El padre Antonio López Sánchez, hoy en España, estuvo en Cuba, en Cienfuegos, de 2001 a 2008, después de haber pasado 37 años de misionero en Colombia, Perú y Nicaragua. «Cuba es muy distinta al resto de Hispanoamérica», explica el padre López. «Por un lado, cuando llegas ves que la gente tiene mayor nivel cultural que en muchas zonas de misión, la población está casi toda alfabetizada y escolarizada y hay muchos universitarios.

Los niños de 8 años leen perfectamente en misa. No hay racismo, cosa que sí existe en otras zonas hispanoamericanas. Pero en Cuba ves también que falta la alegría tan habitual en el Caribe. Hay hambre, escasea el alimento. Cuando yo llegué, la Iglesia vivía muy atemorizada. Aunque era después de la visita de Juan Pablo II, las autoridades trataban de endurecer sus reglas. Podías trabajar si te ceñías a lo exclusivamente religioso: oración, catequesis, culto. Pese a todo, en Cienfuegos dábamos cursos de Doctrina Social de la Iglesia, y el Estado lo permitía… En La Habana los dominicos del Aula Montesinos ya podían hablar de temas sociales con pensadores del gobierno», explica este misionero del IEME.

«No había violencia externa pero sí pautas que los dirigentes marcaban. Por ejemplo, programaban actividades atractivas justo a las horas de culto y lo sabían. Ponían películas para atraer a los niños, justo a la hora de catequesis, por ejemplo. Se organizaban actividades para alejar a la gente de la Iglesia, pero las comunidades cristianas trabajaban muy bien y no les funcionaba con los practicantes. Allí el cura está de animador, porque muchas comunidades funcionan bien casi solas», añade el padre López Sánchez.

«Todos éramos conscientes de que en nuestro entorno había personas que venían a ver lo que se predicaba. Teníamos que decir las cosas de forma que no hiriesen. Nada de críticas directas. A veces algunos misioneros se metían en líos, no por críticas directas al régimen, sino por denunciar cosas concretas injustas”.