2137

2137

29 de septiembre de 2013

|

177

Visitas: 177

Luis Peris Aguilar es sacerdote y director de la Comunidad Salesiana de la Parroquia de San Pablo, que precisamente este domingo se despide de nuestra ciudad, con una Eucaristía que presidirá el Obispo de Albacete, D. Ciriaco Benavente a las 12 de la mañana. La labor educativa de los salesianos ha dejado aquí una huella imborrable, y de manera muy intensa en muchas personas que se sienten salesianas, en cuyo corazón agradecido late el carisma de San Juan Bosco y el abrazo maternal de María Auxiliadora.

– Luis, cuánto bien ha hecho la Comunidad de Salesianos en Albacete.  Recordamos algunas cosas: qué bueno era tener una piscina en Salesianos, a la que podía ir quien quería y no te cobraban, en aquellos tiempos cuando era tan difícil refrescarse en el verano.
– Y un salesiano estaba todo el verano atendiendo la piscina, sin vacaciones ni nada. Hasta el nombre lo diré: José Luis Ramos Verjón, por si alguien lo recuerda.

– Recordamos también que se creó una Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio Salesiano, que hoy son personas de mucho bien dentro de Albacete; que tuvisteis que dejar aquel colegio y que la Diócesis os ofreció la Parroquia de San Pablo. ¿Qué ecos sobre Albacete te han ido llegando de los primeros salesianos que estuvieron aquí?
– La verdad es que yo solamente llevo aquí los tres últimos años, pero ya conocía Albacete de oídas y de oídas positivas todas: los salesianos que han pasado por el colegio siempre han guardado cariño y mucha emoción al recordar su trabajo, y diciendo que era un trabajo duro, sacrificado, pero que se sentían muy queridos por todos aquellos muchachos: ya sabéis que algunos eran de familias desestructuradas como se dice ahora, que tenían carencia de cariño. 

– Siguiendo vuestro carisma, el de San Juan Bosco en la educación de niños y jóvenes.
– Sí. Para los salesianos, siguiendo a nuestro fundador, Don Bosco, todo era dar una familia a los niños y jóvenes, sobre todo a los que no tenían familia, pues muchos eran huérfanos de padre o de madre, y por tanto carentes de ese amor, de ese cariño que se necesita especialmente en la infancia y en la juventud, que es muy afectiva. Pues esto, en Albacete, se dio de una manera que los mismos salesianos que han estado aquí siempre lo han vivido. Después vino el Centro Juvenil, en la Parroquia.

– El grupo de niños y jóvenes del Oratorio de Don Juan Bosco llenaba todo Albacete, y hacíais todo tipo de actividades, lúdicas, deportivas, espirituales…
– Lo que llamamos el Oratorio era atender a los chicos del barrio, estos chicos que venían a jugar, pero que también se les daba catequesis, además de juegos y cariño. Nuestro fundador decía que la educación es cosa del corazón, y yo diría que aquí en Albacete eso lo hemos sabido hacer, con la gracia de Dios, el Espíritu Santo y el carisma. Es cosa del corazón. Don Bosco decía que mientras no te ganes el corazón de un muchacho, incluso de cualquier persona… lo primero: gánate el corazón, hazte querer. Yo consigo de los jóvenes sencillamente que hagan lo que yo quiero… Ah, caramba, qué fácil de decir, pero esto ¡es tremendo!

– Luis, tú  nos hablas de una parte, que es la de los sacerdotes salesianos que han estado aquí, pero te podríamos hablar de mucha gente que estaba en esas condiciones de carecer de lo más necesario y que los habéis sacado a flote: han podido estudiar, han tenido un porvenir y son profesores ahora.
– Yo me he dado cuenta que cuando nos toca trabajar con unos niños que son realmente pobres, necesitados e incluso abandonados, ahí es donde se producen milagros. A veces ves milagros, y son muchos casos, que los has conocido personalmente, que has visto a esa persona que cuando era crío era un trasto del que decías a este lo hecho por la ventana, pero pasa el tiempo y yo no sé qué pasa ahí: se hacen mayores y son a veces los que más te quieren y más se acuerdan, y verdaderamente uno dice: es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente, porque yo, no me explico.

– ¿Qué te llevas de Albacete en tu corazón?
– Ay, ahora mucha tristeza, que quieres que te diga, y eso que solamente he estado tres años. Si llego a estar seis o nueve, pues iría llorando. Yo siempre digo que a mí me ha tocado ser el rey Boabdil que perdió Granada, ¡hombre, justamente me ha tocado a mí! Dejo mucho cariño, muchas personas a quienes voy a querer siempre, vamos a seguir siendo amigos, y, al fin y al cabo, nosotros vamos a donde nuestros superiores nos mandan.

– ¿Y ahora a dónde vas tú, Luis?
– Pues donde estuve hace casi treinta años: en Cabeza de Torres, que es una pedanía de Murcia. Allí tenemos un colegio con unos 800 alumnos, doble línea y todo eso. Es colegio, pero claro, ayudamos a la parroquia, hay centro juvenil, hay boy scout, y grupos de familia salesianos, cooperadores salesianos, asociación de antiguos alumnos, etc., y allí pues sí tienes mucho campo. Cuando llegué allí la primera vez fue como maestro de novicios y esos novicios son ahora mis superiores de comunidades grandes, que han progresado más que yo, lo cual es un gozo para los padres ver que los hijos prosperan más que tú.

– En ti agradecemos tantas horas y tanta dedicación de los salesianos y sobre todo por lo que habéis hecho por los más pobres, por los más rotos y más necesitados. En ti damos gracias a Dios por vuestra vocación. Te pedimos que se lo transmitas también a tus hermanos de comunidad.
– Acojo vuestro agradecimiento, tanto para los vivos como para los difuntos, porque también aquí han pasado algunos a la eternidad, concretamente D. Antonio Pascual, que se acuerdan muchos, y uno que llegó, Bartola, compañero mío, estuvo poco, se nos fue al cielo muy pronto, y otro que estuvo de director, Rafael Iniesta, que alguno le recordará.