2008

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28 de abril de 2013

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Alfonso Salgado Ruiz es profesor de Psicología en la Universidad Pontificia de Salamanca, donde dirige el Instituto Superior de Ciencias de la Familia. Ha mostrado que hay razones para ser optimistas sobre la situación de la familia hoy en día, en su participación en la XXIII Semana de la Familia de Albacete que con el tema “El Matrimonio y la Familia, comunidad de vida y amor”, fue organizada por la Delegación Diocesana de Pastoral Familiar.

PREGUNTA. ¿La familia sigue siendo un referente en nuestra sociedad?
RESPUESTA. Totalmente, pero es que además no puede ser de otra manera. Y esto no es una cuestión ni religiosa, ni ideológica: la familia es un invento que tiene millones de años, que hizo nuestra especie para poder asegurar la crianza de nuestros hijos. Es la institución natural por referencia, lo llevamos en los genes, independientemente de la forma que tome, pero las funciones siguen estando ahí y siguen siendo la base.

P. ¿Qué elementos de la familia siguen manteniéndose?
R. Primero, sin duda, que el principal motor del desarrollo de cada una de las personas que forman una familia es su propia familia y esto no sólo para los niños, también para los adultos; en segundo lugar, la familia sigue siendo vista por todos nosotros como la institución más fiable –el 69,5% de los españoles se fía mucho de su familia-. Y en tercer lugar, especialmente la gente joven siente por encima de cualquier otra cosa que la institución a la que pertenece es su propia familia. Esto no ha cambiado, sigue estando muy vigente.

P. Pero hay cosas que en la familia se están perdiendo por completo.
R. La familia, tal como la hemos conocido hasta hace relativamente poco tiempo, posiblemente no vuelva a ser ya, o al menos nosotros no lo vamos a conocer. No obstante, las funciones principales de la familia, insisto, permanecen. La familia está mejor de lo que nosotros mismos a veces nos creemos. Estoy hablando de las familias mayoritarias en España. A lo mejor, lo que ha cambiado es la forma en que se presentan hoy los problemas familiares que hay, y que posiblemente son expresión o síntoma de una sociedad en un cambio muy rápido, quizás mucho más rápido de lo que somos capaces de entender y asimilar.

P. Entre los problemas, hay padres que dicen que están bajo la dictadura de los hijos.
R. Si y parece mentira que a veces tengamos que decirles a los padres en el centro de intervención familiar en el instituto, cosas que eran tan evidentes, como por ejemplo, que tu hijo no quiere que tú seas su amigo: quiere que seas su padre o su madre. Esto no significa que tengas que ir con la vara de mando, no tiene que ser así. Y si tú quieres que en tu casa las cosas funcionen bien, tienes que tener muy claro cuáles son los papeles y las funciones que a tus hijos les corresponde tener, y cuáles a ti como padre y como madre, que no quiero decir que sean las de siempre, no, las formas han cambiado.

P. Los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos, eso es indudable.
R. Si, otra cosa es que acertemos en qué es lo mejor. Nuestros hijos requieren por nuestra parte tres cosas. Una, que tengamos mucha expresión de afecto y de compromiso con ellos. A veces pasamos muchas horas trabajando para dar a nuestros hijos lo mejor, y posiblemente lo que quiere nuestro hijo es que le acompañes a jugar al fútbol. La segunda, es que les marquemos de forma muy clara cuáles son las normas que hay que seguir. Cuando decimos: esto es lo que se puede hacer y esto no, les estamos dando idea de un mundo predecible que nuestros hijos desean y necesitan. Y el tercer factor es dedicarles tiempo: somos padres y madres muy preocupados por el futuro de nuestros hijos, y quizás, muy poco preocupados por el presente.

P. Una de las funciones de las familias cristianas es la transmisión de la fe.
R. Sí, no sólo de lo que creemos, sino en buena medida cómo vivimos conforme a lo que creemos. Y pueden aprender también una cosa bien bonita: que nuestra incoherencia en la vida de la fe es asumida por Dios al igual que nuestros actos más sublimes, y que no pasa nada por pedirnos perdón y por pedir el perdón al Señor muchas veces. Yo animo a todo el mundo en este Año de la Fe, a ponerse las pilas, con mucha alegría, porque nuestra familia y nuestra propia fe son dos de los regalos más grandes que tenemos.