Manuel de Diego Martín
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10 de agosto de 2006
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Decían los griegos de la antigüedad que la música amansaba las fieras. Por eso uno de sus grandes dioses, el dios de la armonía, de lo apolíneo, el dios Apolo se le presentaba con una cítara en la mano. Así pues vemos como la música tiene un poder moldeador, tiene una incidencia educativa entre los niños, no porque estos sean fieras a las que amansar, sino porque les abre a la dimensión espiritual de su ser. Está muy bien que los programas escolares tengan entre sus contenidos la formación musical, dicho de otra manera, la formación de sus espíritus.
En el congreso mundial de las familias celebrado recientemente en Valencia, tuve la suerte de escuchar a un doctor americano, que nos dio una ideas sugerentes de la forma como el educaba a sus hijos, que era padre de nada más y nada menos que nueve . Nos decía que cada día escuchaba un rato de música con ellos, como un elemento muy importante en su formación. También nos decía que todas las músicas no eran iguales, y que el procuraba buscar aquellas que mas bien les podía hacer.
Aceptando que haya algunas músicas que en vez de amansar, lo que hacen es embrutecer un poco más, pienso que estas son las menos, tenemos que reconocer que la música tiene un poder educativo sorprendente porque tiene la noble misión de hacer entender a los seres humanos que son algo más que una masa de carne y un montón de huesos. ¿Por qué estos meses abundan tantos los festivales, y se convierten en tan masivos? ¿Por qué los jóvenes y también los mayores buscan con tanta pasión la música? Pienso que las cosas suceden así porque esta tiene la magia de abrirles a su verdad más profunda, la verdad del ser humano. La verdad existencial y filosófica del hombre nos dice el Papa Benedicto y lo repite sin parar, consiste en que es un ser que va más allá de la materia, que se abre a la transcendencia, al misterio, a la exaltación, a la vibración comunitaria, a la sed de absoluto. Cuando tu ves una impresionante multitud abriendo los brazos, danzando con el cuerpo, gritando con el alma,¿no es todo esto un querer abrirse al Absoluto, no responde a esa ansia de plenitud que todos llevamos dentro?
Pidamos al cielo que todos estos innumerables festivales que se celebran estos días, en vez de reflejar todo lo peor del ser humano, por eso abusos que se pueden dar de alcohol o droga, sean por el contrario, esas ventanas abiertas por las cuales los jóvenes pueden respirar un poco el aire del espíritu. Que la música les ayude a comprender que están llamados a transcenderse, que están llamados a ser eternos.