3 de junio de 2010

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Querido amigo:

Ya hacía tiempo que no me planteabas altas preguntas teológicas, ni me pedías consejos, para los que yo, como sabes, he sido siempre más bien remiso, sobre todo si son consejos por carta. Pero como me pides unas palabras que os ayuden a organizar de manera cristiana la Primera Comunión del pequeño, lo hago con mucho gusto. Ahí van lo que se me ocurre a bote pronto:

La Primera Comunión de un hijo ha de ser una oportunidad para la revitalización cristiana de la familia. Me parece admirable que se prepare bien y se celebre con alegría familiar el acontecimiento, sin convertirlo en una fiesta de sociedad con la correspondiente parafernalia a que algunos padres nos tienen acostumbrados. Los alardes, las listas de regalos, el exceso de videos y cámaras fotográficas en la celebración – todo lo que algún periodista ha llamado la feria de las vanidades- aturden a los niños y les impiden vivir intensamente la verdad profunda de su Primera Comunión. Ya sé, querido Juan X, que es difícil sustraerse a las exigencias que marca nuestra sociedad consumista, pero infinitamente más importante que organizar los detalles externos es preocuparse de enseñar al pequeño a orar, a ser consciente de la celebración religiosa, de la escucha de la Palabra, del compromiso de fraternidad y amor al prójimo que la participación en la Eucaristía conlleva. Educamos algo por lo que decimos, más por lo que hacemos; pero educamos, sobre todo, por lo que somos.

Otra cosa: Me parece fundamental que la Comunión no sea un punto final, sino un punto seguido. ¿No sería un contrasentido y una falta de verdad ante el niño armar un tinglado fastuoso en torno a una celebración que se olvidara al día siguiente? La Primera Comunión es primera porque se supone que luego vendrán otras, vividas con no menos alegría y acompañamiento por la familia; que el niño seguirá el proceso de iniciación con otras catequesis o con la participación en grupos cristianos de adolescentes o jóvenes, hasta completar la iniciación cristiana con la incorporación plena a la comunidad, que es lo propio de un cristiano bien identificado con su fe y capaz de dar en su vida un digno testimonio evangélico.

Tendría que decirte muchas más cosas, pero el folio no da ya para más. Perdona si me enrollado más de la cuenta. Sé que lo haréis así, y os felicito de antemano. Seguro que estas cosas ya os las han dicho en la parroquia por activa y por pasiva, pero ahí van, una vez más, para por si acaso. Espero que las tengáis en cuenta.

Feliz día para toda la familia y un beso para el pequeño, al que deseo una experiencia de fe inolvidable en el día de su Primera comunión.