Manuel de Diego Martín

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7 de abril de 2007

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Hablando el otro día con un amigo, muy aficionado a la filosofía, que sabe ponderar las cosas y le gusta dictar sentencias a la manera del viejo Sócrates, nos decía que si tuviera que calificar todo lo que está ocurriendo en nuestro mundo sociopolítico: manifiestos y contra manifiestos, comunicados y contra comunicados, sentencias judiciales y contra sentencias, manifestaciones y contra manifestaciones, tenía todo un calificativo común: mentira, mentira, todo más que mentira. En todos anida la mentira. Y añadía, es verdad que unos mienten más que otros….

Hacia este diagnostico tan pesimista refiriéndose a todo a lo que está pasando en el País Vasco con el llamado proceso de paz. Es difícil entender lo que hay detrás de lo ocurrido con de Juana Chaos, Otegui, las salvajes agresiones a los miembros del Foro de Ermua, la declaraciones del ministro de Justicia que nos dice que el proceso está suspendido, pero que sigue. Que sigue aunque ahora esté parado. Ya no sabemos si habla en boca del filósofo Parménides que decía que aquí nada se mueve, o es Heráclito el que afirma que nada puede estar parado.

Estos días de Semana Santa hemos vivido esta mentirosa confusión, una mentira institucionalizada en el proceso de Jesús. A Jesús le llevan de Anás a Caifás, de Herodes a Pilatos, y nadie sabe si es inocente o culpable. Pero todos le tratan a patadas. Por otra parte nadie tiene interés por conocer la verdad. El más fino y culto es el romano Pilatos, que al final es capaz de afirmar que cree que aquel hombre es inocente, pero paradójicamente lo manda a la cruz. Y el astuto procurador por lavar su imagen ante el pueblo, como una medida política, suelta a un asesino, a Barrabás y deja que el pueblo linche a Jesús. Y mientras nuestro Señor moría en la cruz, todavía había gentuza que lo increpaba diciendo: “muérete, por mentiroso” Es lo mismo que oímos el otro día decir en Bilbao a Antonio Aguirre, cuando se retorcía de dolor por la patada, “muérete, muérete fascista”

Jesús, rompiendo las piedras del sepulcro, hace trizas todas las mentiras. Jesús resucitando, deja todas las cosas en su sitio, y a cada uno le pone en su lugar, arrancando a tanto personaje todas las máscaras. Por fin triunfa la justicia. Ahora ya sabemos donde está la verdad. Por eso hoy podemos decir. ¡Cristo ha resucitado, el mundo tiene futuro, Aleluya!