Manuel de Diego Martín
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5 de mayo de 2007
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En el tablero de anuncios de mi parroquia he colocado un cartel que me ha enviado el Secretariado Diocesano de Enseñanza religiosa. En el cartel se lee claramente: “La Clase de Religión Católica, un derecho, un deber, un don de Dios. Apunta a tus hijos a la clase de religión”.
Viendo esto un chavalote me decía que este año él no se apuntaba a esta asignatura porque le han dicho que ya no va a puntuar, y si no sirve para subir nota, entonces no merece la pena. Pero, ¡hombre! le respondo: “¿es que se va a clase de religión para subir nota, o para formarse mejor como cristiano?” El chico no sabe qué responder, pero no se queda muy convencido de que la religión sirva para algo.
Es posible que el muchacho vaya pensando en la inutilidad de la religión, convertido en una victima más de esa eclosión ambiental de lo que hoy se conoce como nuevo ateismo, o lo que el Papa Juan Pablo definió como la creciente apostasía silenciosa, que va filtrándose en las conciencias.
Hace unos meses la estrella británica del pop, Elton John afirmaba en una célebre entrevista que si él pudiera, prohibiría terminantemente todas las religiones, ya que la religión convierte a las personas en ratas odiosas y no es precisamente compasiva. Ya sé que a la gente, sobre todo joven, le convence más lo que diga un famoso cantante que lo que pueda decir un cura.
Ahora, más que hablar por mi boca, quiero recordar lo que el Papa Benedicto nos está repitiendo por activa y por pasiva. No podemos olvidar que Ratzinger es uno de los más grandes filósofos y teólogos de nuestro siglo, y en este momento cabeza visible de una de las más grandes religiones de la humanidad. Nos dice el papa que la razón humana que no se abre a la trascendencia puede quedar encerrada en los límites del sin-sentido. El ser humano abierto tiene la posibilidad de encontrar la plenitud de su existir.
¡Qué injusticia comete Elton al decirnos que la religión convierte a las personas en ratas odiosas! Al revés, la religión vivida en la verdad, convierte a los creyentes en seres adorables: Francisco de Asís, Teresita del Niño Jesús, Carlos de Foucault, Teresa de Calcuta son el exponente de esos seres amables y admirables, precisamente porque fueron troquelados por el evangelio de Jesús.
¡Qué insensatez que diga el cantante que la religión no es compasiva! La religión, al menos la cristiana, cuando se vive de verdad, no puede por menos que ser compasiva. Pues es apertura al Dios que lleva consigo el amor a los semejantes.
Leía el otro día en Internet una curiosidad que ahora viene a cuento. Decía que en Estados Unidos cuando la policía no puede reducir a grupos de delincuentes peligrosos, cuando todos los puentes de acceso hasta ellos están rotos, echan mano de sacerdotes, religiosas o pastores que les ayuden a tomar contacto con ellos. ¿Por qué? Porque los hombres religiosos conservan siempre en pie los puentes de fraternidad. Y es posible esto porque el puente hacia el Transcendente, hacia Dios, nunca deja de estar abierto.