Manuel de Diego Martín
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21 de junio de 2008
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Hay católicos que no ponen la cruz en la casilla de ayuda a la Iglesia en su declaración de la renta, y luego para justificarse, como cargados de razón, aportando excusas de mal pagador te dicen “Yo quiero que mi dinero vaya a los pobres”. Y tienen la poca delicadeza de añadir: “¿Qué hace la Iglesia en favor de los pobres? Lo que tiene que hacer es desprenderse de sus riquezas, de sus tesoros”. Y si te descuidas, enseguida sale a relucir el oro y los fastos del Vaticano. Ya vemos qué cantidad de de prejuicios, de tópicos, y qué cortedad de miras hay en estas expresiones.
Cuentan de S. Lorenzo diácono, originario de Huesca, en la Hispania romana, puesto que él tenía la misión de administrar en Roma los bienes de las comunidades cristianas, al llegar el momento del juicio, antes del martirio, entre otras cosas, le acusaban de tener muchas riquezas, muchos tesoros escondidos. El santo mártir para defenderse y mostrar la verdad de sus tesoros los llevó a unas salas en las que había multitud de pobres y enfermos, que asistían los responsables de la comunidad. Al llegar allí, a los que creían que más allá estarían los lingotes de oro, les dijo con la contundencia de un buen baturro “Estos son mis tesoros”.
Estos días me ha llegado el Cartel “Iglesia en Misión” que editan las Obras Pontificias Misioneras en España. ¡Qué cartel más bonito! Aparece en él a todo color un mapamundi mostrando en el ancho del mundo los tesoros de la Iglesia española. La multitud de proyectos que los cristianos de España están llevando adelante para ayudar a los más pobres del mundo. Veintisiete millones de euros que han salido de los bolsillos de nuestros cristianos en el año 2007.
Yo viví diez años en África, y tuve la suerte de gestionar algunos proyectos sociales que nuestras gentes subvencionaban desde España. En aquel entonces pude comprender el inmenso bien que se hace cuando se acude en ayudas concretas, ante necesidades concretas, a favor de gentes que de verdad lo necesitan, a quienes les llega el último céntimo, porque son gestionados desde el mas puro amor fraterno. Allá nadie va a hacer las Américas. Ahora que veo ese mundo plagado de proyectos, lo que yo he vivido, lo multiplico por tantos, y mi alegría es total.
Hace unos días se clausuró la cumbre de la FAO, sin un compromiso político de los grandes por paliar y si es posible erradicar el hambre en el mundo. Fue una oportunidad perdida. El Papa envió un valiente mensaje a la cumbre donde decía que el hombre y su dignidad deben ser el centro y que hay que emprender medidas estructurales que permitan afrontar el problema del hambre. Para todo esto hace falta amor y pasión por el hombre y su dignidad. La Iglesia Española con sus muchos pequeños proyectos en el ancho mundo su pasión y amor por el hombre, no está solucionando este problema que le sobrepasa. Pero sí podemos decir, que por amor a Jesús, por amor al hombre, está aportando su granito de arena en favor de los pobres. ¿Qué hace la Iglesia española? Se preguntan muchos como excusa para no poner la cruz en la casilla. Pues hablando alto y claro, con un humilde orgullo, me atrevo a decir que la Iglesia española está haciendo mucho bien en el mundo.