Manuel de Diego Martín

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16 de agosto de 2008

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Decía el filósofo Karl Marx que en la base de todo está la economía. Todo lo que pensamos y sentimos, todas las construcciones mentales que podamos imaginar son el fruto de diferentes intereses materiales.

En mis años de estudiante de filosofía, en toda mi vida, me he esforzado por comprender y defender que la verdad del ser está por encima de los intereses particulares. Por eso el relativismo ideológico así como el relativismo moral tienen las patas muy cortas.

Pues bien, el otro día tuve la ocasión de ver y experimentar dentro de mí con cierta tristeza, cuánta razón lleva Marx, aunque no pueda compartir sus teorías.

He estado unos días de vacaciones en mi pueblo, en la provincia de Burgos. Aún se conserva en aquella tierra la costumbre de salir los vecinos a las puertas de la casa a tomar el fresco y tener ocasión de charlar de lo humano y lo divino. Enfrente de mi casa vive una familia, vecinos de toda la vida, pero que llevan más de cincuenta años en Cataluña. Ingenuo de mí pregunté: “¿Y cómo van las cosas por Cataluña?” Y una hija, de unos cuarenta años, me responde con cierta sequedad:”Pues muy bien”. Yo debiera haber tenido más vista, cambiar el tercio y vamos a hablar de otras cosas. Pero caí en la trampa y seguí preguntando por el tema del castellano que muchos lo ven como un problema, el tema del Statut que está en el Constitucional, el tema de la financiación que arde, temas que a muchos nos preocupan porque no lo vemos tan claro.

La chica me sigue insistiendo que todo está muy bien. El problema lo crean cuatro fachas, algunos medios de comunicación que lo distorsionan todo y que pretenden dar una idea mala de Cataluña. La chica me responde que en Cataluña lo que hay que hablar es catalán, como en Francia, francés y en España, español. Le replico, que no me vale el ejemplo de Francia, porque Cataluña es también España. Sobre el tema de la financiación, la muchacha piensa que ya está bien, que por una vez se haga justicia, para que Cataluña no tenga que estar manteniendo a todos los vagos de España. Ya me quedo sin palabras. Pienso para mis adentros, esta chica es más radical que el mismo Rovira o Saura, aunque tenga raíces castellanas.

En esto llega una tía suya que también vive en Cataluña y que nos sorprende un poco en el debate. Yo le quiero explicar que no me entiendo bien con su sobrina, que ella ve todo lo que sucede en Cataluña bien, y yo no lo veo tan claro. Y la tía responde, “¡claro a ella le va muy bien, menudo chollo y sueldo tiene trabajando con esa gente (percibo que trabaja para la causa independentista)! A mí no me va tan bien; yo no puedo entender, que mis hijos que llevan años trabajando en organismos públicos, ahora les obliguen a examinarse de catalán si quieren conservar el trabajo…” La mujer me hace comprender que ella no está contenta con todo lo que está ocurriendo en Cataluña, prefería la Cataluña de otros tiempos.

¿Con quién nos quedamos, con la tía, con la sobrina, con Marx? ¿Dónde está la verdad de las cosas? Menos mal que nos queda una alta instancia, la instancia de la eternidad. Allá sí que veremos las cosas en su verdad.