Manuel de Diego Martín

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13 de diciembre de 2008

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El pasado miércoles fue enterrando en la Catedral de Vitoria D. José María Larrauri. Asistieron al funeral nuestro Obispo, Ciriaco Benavente, el Vicario General, Luis Marín, el Rector del Seminario, Pedro Ortuño, y algunos sacerdotes y laicos que quisieron dar su último adiós a este buen servidor de la Iglesia.

A gente de menos de cincuenta años este nombre tal vez no les dirá casi nada; pero a los mayores, sobre todo sacerdotes, agentes de pastoral, religiosas, misioneros, militantes de Acción Católica sin duda les dirá mucho.

José María Larrauri, nacido en Vitoria, fue una vocación tardía. A sus dieciocho años se encontraba en el frente nacional de la guerra civil española. Al ordenarse sacerdote, su sueño era irse misionero. Resulta que Arturo Tabera, el primer Obispo de Albacete buscaba sacerdotes para la nueva diócesis. La Providencia hace que se encuentre con José María y le haga comprender que su misión está en ayudarle a organizar la nueva diócesis. De esta forma este hombre se convirtió en un gran y fiel colaborador de D. Arturo en los inicios organizativos de la nueva diócesis.

Larrauri fue el primer rector del nuevo Seminario que junto al Obispo ayudó a construir. Los seminaristas recuerdan de él su amor al orden y a la disciplina; pero también su corazón sensible hasta las lágrimas cuando hablaba del amor misericordioso del Padre. Su amor a Jesús, a la Eucaristía, a la Virgen María, su pasión por las misiones.

El creó la Delegación de Misiones para fomentar el espíritu misionero entre los niños y los jóvenes. Todos recuerdan aquellos encuentros juveniles e infantiles que él organizaba.

Fundó la Librería “Biblos” para que todos pudieran encontrar buenos libros. Promovió la Acción Católica en todas sus ramas. Fue capellán de las Carmelitas de Albacete, a las que acompañó desde su fundación.

Siendo D. Arturo Arzobispo de Pamplona lo reclamó junto a sí pidiendo a la Santa Sede que lo nombrase Obispo Auxiliar. Al marchar D. Arturo como cardenal a Roma, fue nombrado obispo de Vitoria, su tierra natal.

Rigió esta diócesis hasta cumplir los setenta y cinco años, como está reglamentado. Se marchó entonces a vivir a la Casa de las Hermanitas de los pobres, donde ha vivido en sencillez y pobreza, ayudando en todo lo que ha podido, hasta que el Señor lo ha llamado a su reino.

Deseamos la paz eterna a D. José Maria Larrauri. La diócesis de Albacete quiere recordarte agradecida. Que Dios te pague el bien que hiciste por ella, y el bien que has hecho por toda la Iglesia española. También tu afán misionero que tanto bien nos ha hecho a todos nosotros, al que escribe esta pequeña crónica.