Manuel de Diego Martín
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7 de abril de 2012
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El filósofo alemán Heidegger acuñó aquella célebre frase de que el hombre es un ser para la muerte. Los que celebramos gozosamente la fiesta de hoy decimos que el hombre es un ser para la vida, y no para vivir de cualquier manera, sino para vivir en plenitud.
La Antropología cristiana nos dice que el ser humano, a la manera como lo cuenta la mitología griega del héroe Prometeo que quiso robar el fuego a los dioses y quedó encadenado, la Biblia nos dice que nuestros primeros padres quisieron ser como Dios y quedaron encadenados a todo mal y a todo pecado. Así pues el hombre que estaba creado para vivir en plenitud, al final ve cómo el mal le roe cada día las entrañas hundiéndole en la más triste infelicidad.
Hoy con la resurrección de Cristo las cadenas del mal han sido hechas añicos. Ahora el hombre puede conseguir las libertades perdidas, ahora puede vencer las fuerzas del mal y es posible conseguir la plenitud a la que estaba llamado.
Estos días el Papa en su viaje a Méjico ha hablado de esperanza. Lo ha hecho a un pueblo que en este momento histórico se encuentra sometido a fuerzas destructoras como el narcotráfico, la violencia y la corrupción en tantos niveles. Se lo dice a un pueblo que durante montón de años ha vivido la persecución laicista más salvaje y ha sobrevivido en su cultura cristiana por esa fe inquebrantable en Jesucristo y bajo la mirada de la Virgen de Guadalupe.
Hoy la liturgia cristiana nos recuerda que Cristo ha resucitado. El bien ha triunfado sobre el mal, la verdad sobre la mentira, la justicia sobre la injusticia, la vida sobre la muerte. No busquéis entre los muertos al que vive, dice el evangelio de hoy. Ahora comprendemos que el hombre no es un ser para la muerte, sino para la vida, para vivir en plenitud. Para el que tiene fe en Jesucristo, siempre hay futuro. ¡Feliz Pascua de Resurrección!