Fco. Javier Avilés Jiménez
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16 de noviembre de 2013
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Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. [Benedicto XVI, Porta Fidei 10]
No es solo que la fe no es algo exclusivo de la vida privada, ni mucho menos algo de lo que avergonzarnos… es que la fe es pública. Porque nos une a una comunidad de fe, la Iglesia, la fe siempre es, supuesto el acto libre y personal del encuentro con Dios en Jesucristo, pública, social y socializadora. Por más intima y afectiva que sea la amistad que nos une con Jesús de Nazaret, conocerle es ir dónde Él va, y Él, luego del tiempo del desierto y los momentos diarios de oración, no se recluye en la soledad, no se aparta de las personas ni le da la espalda a la realidad presente. Lo que creemos, no solo afecta a nuestra alma y nuestra secreta identidad, ¡tiene consecuencias! Porque no se puede creer que Dios es Padre, sin vivir la fraternidad; no podemos profesar para nuestros adentros que Dios creó el cielo y la tierra sin asumir alguna responsabilidad para que el cielo no se quede lejos ni la tierra se convierta en un infierno de injusticia, violencia y egoísmo.
El credo profesado es expresión pública y comunitaria de la fe que ha transformado nuestra comprensión de todas las cosas y les ha comunicado una dirección, la del Reino de Dios que Cristo anunció. Rezar el credo, creer lo que reza el credo es manifestar por qué vivimos y hacia dónde queremos ir. Puesto que creer es vivir, no lo podemos ni queremos esconder, es más, se nos saldrá por los cuatro costados, y si no es así, es que no nos lo acabamos de creer.
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