Manuel de Diego Martín

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21 de junio de 2014

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Hace unos días veíamos en una cadena de Televisión la entrevista que le hacía un conocido periodista al Papa Francisco, que nos cautivó como siempre por la sencillez y verdad de sus palabras. Entre tantas cosas hermosas como nos dijo nos quedamos con esas doloridas palabras en las que denunciaba esos sistemas socioeconómicos en los que el dios dinero lo es todo y cuando hay posibilidad de que haya pan para todos, e incluso sobre, millones de hombres se vean arrojados a la cuneta de las hambrunas.

Hablando el Papa de los sacerdotes remarcaba cómo a los curas se les perdonaba casi todo menos el que busquemos el dinero y tratemos mal a la gente. Pudiéramos decir, sin miedo a equivocarnos demasiado, que el mero hecho de buscar el dinero ya es en sí mismo tratar mal a la gente. Ya lo dijo Jesús muy claramente que no podíamos servir al mismo tiempo a Dios y al dinero. El que tiene amor al dinero no tiene amor a Dios ni a nadie. En muchos relatos bíblicos al dinero se lo presenta como una de las peores idolatrías.

Hoy es la fiesta del Corpus Christi, el Día de la Caridad. Hoy contemplamos a Cristo haciéndose pedazos a sí mismo y diciendo: “Tomad y comed”. Y este gesto de amor lo tenemos que repetir también nosotros, ya que añade Jesús: “Haced esto en memoria mía”. El Señor nos invita hoy a hacer de nuestras vidas una ofrenda de amor a nuestros hermanos. Para poder llevar adelante esta misión hay que tener siempre las manos abiertas. El que va por la vida apropiándose de todo lo que pueda está negando radicalmente su ser cristiano. Los egoístas, los que viven solamente para sí, no pueden entender las palabras de Jesús de “tomad y

El lema de hoy es “Construyendo espacios de esperanza”. En este mundo que nos toca vivir, a veces tan desquiciado y roto, los seguidores de Jesús estamos llamados a tener sus mismos sentimientos y así no podremos dejar nunca de ser constructores de espacios de esperanza. Los grandes santos, los gigantes de la caridad de todos los tiempos, trajeron esperanza a muchos pobres de su tiempo. Por donde pasaron S. Basilio, S. Juan Crisóstomo, S. Juan de Dios, S. Vicente de Paúl, Teresa de Calcuta y tantos y tantos otros fueron creando siempre espacios de esperanza. Hagamos nosotros lo mismo. No nos dejemos engullir por los hábitos materialistas e individualistas de nuestra sociedad que no hacen más que impedirnos el poder ser de verdad testigos de Jesús y dejar que nuestro mundo se hunda cada vez más en las peores pobrezas.