Manuel de Diego Martín

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2 de enero de 2016

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Decía el inmortal poeta griego Homero, desde su religión politeísta, que cuando los dioses quieren perder a los hombres, primero los vuelven locos. Ciertamente hay comportamientos humanos que son de verdadera locura. Una persona cuerda jamás lleva a cabo acciones tan destructivas como las que a veces vemos.   

Nosotros, los creyentes, podemos responder a Homero que nuestro Dios, el Padre de nuestro Señor Jesús, no quiere perder a nadie sino que todos lleguen al conocimiento de la verdad y puedan salvarse. Tanto quiere Dios la salvación del mundo que no encontró mejor camino que el de compartir nuestra condición humana con todas su posibles peripecias. Esto es lo que celebramos en el misterio de la Navidad.

A pesar de todo tenemos que darle un poco la razón a Homero aceptando que hay muchos comportamientos humanos de verdadera locura que destruyen a los hombres. Me hago eco de algunos que han sido noticia estos días. ¿Cómo es posible, si no están locos, que dos hermanos en un pueblo de Andalucía hayan tenido a otro hermano veinte años secuestrado, viviendo en condiciones infrahumanas, simplemente por aprovecharse de su paga? ¡Qué crueldad entre hermanos!

También se hizo pública la noticia de ese montón de mujeres que durante la segunda guerra mundial fueron objeto de esclavitud sexual por parte de los solados japoneses, en la que se cuenta que alguna mujer tenía que hacer el amor (mejor dicho el bestia) cincuenta veces cada día para satisfacer a esa tropa de locos. ¿Es que no había allí responsables, hombres rectos, para evitar esas salvajadas, esas locuras?  

Otro botón de muestra, de inhumanidad y locura, es lo que nos cuenta un padre misionero salesiano, el argentino P. Jorge, que lleva veinte años en África y que ahora vive en el norte de Nigeria, y que está aterrorizado ante el salvajismo al que están sometidos los cristianos. Estos días de Navidad han sido asesinados unos 15. Él nos recuerda que los cristianos, en esa región, no tienen otra alternativa que convertirse al Islam  o les espera la tortura o la muerte. ¿No son estos comportamientos de verdadera locura?

La Navidad es la llamada a la fraternidad, a la esperanza, a mirar la vida de otra manera. S. Juan Evangelista nos está recordando cada día en las Lecturas de la Misa que aquellos que odian a sus hermanos, que no son capaces de amar, que están atrapados por la maldad de este mundo, como es el egoísmo, el materialismo vicioso, el dinero, están viviendo en las más espantosas tinieblas, son locos de remate. Jesús ha venido para sacarnos der estas tinieblas y enseñarnos un camino de fraternidad y de justicia. Que en este Año Nuevo demos un paso hacia la cordura y evitemos compartimientos locos.