+ Mons. D. Ángel Fernández Collado

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11 de noviembre de 2019

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Queridos nuevos canónigos de esta Santa Iglesia Catedral de Albacete: D. Ramón, D. José, D. Antonio, D. Francisco José, D. José Joaquín, D. Pedro, y D. Juan Julián. Hoy se os confía una nueva misión eclesial: alabar al Señor en esta Catedral, en representación de la iglesia particular de Albacete. Antes de empezar la celebración Eucarística habéis recibido públicamente vuestro nombramiento, habéis realizado el juramento canónico y la Profesión de Fe Católica, y habéis tomado posesión, quieta y pacífica, de vuestra silla en el Coro. Gracias por aceptar este nuevo servicio o encargo pastoral de vuestro obispo. Saludo y doy las gracias también a todos los que hoy os acompañan: familia, amigos sacerdotes de Albacete y de otras diócesis hermanas donde sois conocidos y estimados, fieles de las parroquias donde ejercéis vuestro ministerio o lo habéis ejercido antes, amigos y hermanos/as todos en el Señor.

El coro de las Catedrales suele estar situado en un lugar importante del templo, aquí en Albacete, como veis, en la cabecera del mismo presbiterio y muy cercanos al altar, porque en este lugar los canónigos alaban y dan gracias a Dios en nombre de toda la Iglesia particular o diocesana. Tenéis, pues, una misión muy importante: celebrar y cuidar la liturgia en el primer templo de la Diócesis; evangelizar a quien se acerque a visitar este lugar sagrado, que es expresión de la fe; administrar el sacramento del perdón, y también conservar este precioso monumento histórico.

De acuerdo con las enseñanzas del Concilio Vaticano II, el Cabildo Catedralicio es un colegio de sacerdotes que recibe como misión propia y específica, además de las ya encomendadas, la de «celebrar las funciones litúrgicas más solemnes». El Cabildo está vinculado al culto litúrgico; es decir, a la función santificadora de la Iglesia, a través de la sagrada liturgia. Esta es su nobilísima misión: tributar a Dios el culto público más solemne, con la máxima dignidad y perfección litúrgicas. La Catedral está llamada a ser una institución litúrgica modélica, un auténtico paradigma de vida y pastoral litúrgica,  teórica y práctica, para toda la Iglesia diocesana. 

Como sede del Obispo y centro de la vida diocesana, la Catedral es signo de la unidad de la Iglesia particular. Por eso ha de ser reverenciada por todos los diocesanos y tenida como lugar propio para la celebración de aquellos actos que por su propia índole manifiestan la vida de la comunidad diocesana. Al estar situada en la Catedral el altar y la cátedra del Obispo, se convierte en signo visible de dicha Iglesia local. Estoy seguro de que esta celebración de hoy será un paso más en la unidad y en la vida de nuestra Diócesis. “Juntos y en comunión”.

Vuestra misión tiene como modelo lo que hacía Jesús, que enseñaba en la sinagoga y en diversos lugares, anunciando la presencia del Reino de Dios. Quienes lo escuchaban «quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad» (Lc 4,32). Vuestro saber alabar a Dios en el Coro, en espíritu y verdad, vuestra predicación y enseñanza, la liturgia en la que participaréis, debe trasparentar en vosotros la vida y el Evangelio de Jesús. En cierto sentido se cumplirá en vosotros el deseo que expresa el Salmo 26: «Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo» (Sal 26,4). ¡Gozad, pues, de este templo, contemplad al Señor en el templo, y servid con alegría al Señor y a su Iglesia!.

Ser canónigos no es un cargo de honor, como algunos pueden pensar, sino un servicio y una tarea muy importante, vinculada al ministerio episcopal que, espero, desempeñéis con gozo y entrega generosa. En vuestro juramento, realizado ante toda la asamblea, habéis dicho, entre otras cosas, que seréis fieles al magisterio de la Iglesia y que colaboraréis con el Obispo acogiendo positivamente sus indicaciones. Espero y pido al Señor que así lo realicéis.

Vuestra Toma de Posesiónes también para mí un motivo de acción de gracias a Dios, porque es la primera vez que nombro “canónigos”. Así que sois mis primeros “hijos canónigos”, unos colaboradores fieles y cercanos. Este hecho crea una vinculación y una relación espiritual, como ocurre entre el ministro del bautismo y el bautizando, o entre el obispo que ordena y el sacerdote ordenado. Entre nosotros se crea una relación paterno-filial o de fraternidad y un intercambio mutuo de oraciones. Un petición a los que  lleváis más tiempo en este oficio y servicio como canónigos: ayudar a los nuevos, acompañarles y enseñarles a realizar bien esta misión que ahora los encomiendo.

Aunque he nombrado oficialmente un canónigo con el oficio de Penitenciario, os confío también a vosotros, queridos nuevos canónigos, la tarea de sanar y curar a quienes sufren las consecuencias del pecado. Sois administradores de la misericordia de Dios para con los pecadores, no jueces. A la Catedral y sus confesionarios, bien lo sabéis los más antiguos, llega mucha gente solicitando el perdón y la misericordia de Dios. Mediante los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, estáis llamados a ejercer el don de la sanción espiritual, la gracia de la misericordia divina y la enseñanza de la doctrina cristiana

Queridos nuevos canónigos, deseo agradecer vuestra disponibilidad y generosidad al aceptar la misión que ahora os confío. Y suplico al Espíritu Santo que os ilumine en este nuevo ministerio. Y pido a la Santísima Virgen de Los Llanos, nuestra Patrona, que os ayude en esta tarea eclesial que hoy iniciáis.