Fco. Javier Avilés Jiménez
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4 de julio de 2020
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La mentira no solo tiene las patas cortas, es que, además, inocula en el alma un gen retroactivo que le hace menguar, encogerse y marchitar. Y mentir no es solo decir falsedades, también consiste en no decir la verdad del otro. Por eso, la gratitud es una efectiva pedagogía contra la peor de las mentiras, que es engañarse uno mismo y creer que no le debes nada a nadie, que te hiciste tú solo y que por ti solo podrás ser feliz. Como esos alimentos que cada cierto tiempo nos dicen que tiene múltiples beneficios para la salud, ser agradecido desarrolla la humildad, afina el sentido de la justicia y, lo que es tal vez más importante, nos permite conocernos mejor y apropiarnos con resolución de nuestras propias capacidades y méritos, justo por reconocer los del otro.
Pues Jesús de Nazaret, que no hablaba del cielo sin pasar antes por los senderos de las actitudes cotidianas y relacionales, ejerce con notable maestría la virtud de la gratitud. En una afirmación expansiva y llena de gozo, le da gracias a Dios porque actúa a través de los demás, porque habla por boca de la gente sencilla que ni se miente a sí misma ni engaña a otros. Pero, tampoco en esto nos equivoquemos, la sencillez no es una bobalicona falta de sentido crítico que caracterizaría por defecto a los que, además de sencillos, suelen ser menos poderosos. Resulta laborioso ser uno mismo y no querer aparentar lo que no se es. Es muy exigente estar de verdad donde estás sin perderte en mil desvíos. No es fácil, precisamente, hacerte persona con lo que haces cada día sin aspirar a solo poder llegar a ser tú mismo obrando maravillas. No, los sencillos no lo son por ser tontos, lo son por haber encontrado lo que de verdad vale y no sacrificarlo ante falsas expectativas.
La oración de gratitud de Jesús del evangelio de este domingo, que aparece solo Mateo y Lucas, nos permite también descubrir en Jesús el buen maestro que enseña, pero también aprende; el acompañante que envía, pero también valora los logros de sus discípulos y de la gente destinataria de su anuncio; el Señor que también es servidor humilde, paciente y generoso. Todo un manual de estilo, tanto para quienes deben coordinar y acompañar grupos, parroquias, equipos… y también, a nivel social y político, ayuntamientos, comunidades autónomas o todo el país. Porque nadie da lo que no tiene, ni puede enseñar lo que él mismo no continúa aprendiendo y ejerciendo con aplicación y coherencia a lo largo de toda la vida.
Y a un nivel más personal, que en cristiano nunca significa individualista o aislado, el ejemplo luminoso y estimulante de esta oración de gratitud que hace Jesús nos recuerda que solo por la vía de la gratitud estaremos en condiciones de ser dueños de nuestras historias y recorridos. Porque, ocurre con frecuencia que, si bien es cierto lo de que nadie da lo que no tiene, no menos cierto es que para poder aprovechar lo que tienes y lo que sabes, antes debes ser consciente de ello, y difícilmente lo seremos si no hacemos justicia reconociendo cuánto nos dieron otros y por cuantas situaciones debemos sentir y decir la verdad que solo puede expresar la palabra “gracias”. Por eso mismo, con el el presente comentario al texto del evangelio dominical, también quiero expresar mi más sincera gratitud a quienes con la sencillez de lo que son de veras me han ayudado a no ser un trampantojo, una mera figura vaciada por la imagen. Personas que tienen el título de amigos, pero también de honrados trabajadores, eficientes funcionarios, políticos veraces, críticos autocríticos, vecinos ejemplares, familiares entrañables, e incluso, anónimos inolvidables. Haciendo honor a la verdad, por todos ellos, con Jesús de Nazaret le doy gracias a Dios porque me han mostrado lo que solo las personas sencillas saben y pueden enseñar con su vida y su ejemplo.