José Agustín González García
|
23 de enero de 2021
|
150
Visitas: 150
En el evangelio de este fin de semana leemos que “se ha cumplido el tiempo”, según Jesús. ¿De qué tiempo se trata? ¿A qué momento se refiere Él?
Jesús hace referencia al ahora, al hoy, refiriéndose a la misma Eucaristía que celebramos. Es la ocasión de acercarnos más a Dios, y también es a la vez la ocasión de reconciliarnos con nuestros hermanos. Ha llegado la hora de ofrecer una imagen de Iglesia diferente. Hablamos de una Iglesia que acompaña a las personas en este momento concreto, una Iglesia bondadosa y gratuita, una Iglesia amable y comprensible, para todos y con todos los que se acerquen a ella.
Y esta es nuestra tarea: debemos presentar ante los demás una imagen diferente de Dios y de la Iglesia, distinta de la que hemos venido presentando hasta ahora y que a tantos ha defraudado y desilusionado. Debemos aprovechar el instante favorable, el momento actual. Saquemos todo el jugo a los encuentros que la vida nos ofrece, a la vez que buscamos más ocasiones de encuentro.
Probablemente Nínive, nuestras ciudades y pueblos, no se convertirán en bloque, pero aquí y allá podemos hacer que renazcan nuevamente las esperanzas y la fe; y a más de uno se le abrirá una nueva visión sobre Dios, sobre los demás y sobre todo lo que nos rodea. ¡Cuánto bien nos haría creer en el amor de Dios! ¡Y cómo cambiaríamos si creyéramos verdaderamente en ese amor!
Nosotros –los obispos, los sacerdotes y todos los cristianos– tenemos la posibilidad de volver a hacer actuales las palabras del evangelio: “Está cerca el Reino de Dios”. Y también tenemos en nuestra mano la posibilidad, e incluso el deber, de aportar nueva alegría a los corazones de los hombres y de las mujeres de hoy, que bien faltos están.
El cristiano, como creyente en la Buena Noticia de Jesús, es, esencialmente, un testigo de la alegría. Este ha sido siempre el estilo de los santos. La Madre Teresa, en repetidas ocasiones, les recriminó a algunas hermanas que se dirigían a servir a los pobres lo siguiente: “¿Cómo van a servir a Dios en los pobres con esa cara de tristeza? ¿Se puede anunciar al Dios de la alegría con el rostro fúnebre?” Así, seamos testigos de la alegría y compartámosla con el que nos rodea.